Chuck Berry - The Legend

lunes, 26 de enero de 2015

¿POR QUÉ NO SOY CRISTIANO?/ 1 - BERTRAND RUSSELL


    [...] La religión se basa, principalmente, a mi entender, en el miedo. Es en parte el miedo a lo desconocido, y en parte, como dije, el deseo de pensar que se tiene un hermano mayor que va a defenderlo a uno en todas sus cuitas y disputas. El miedo es la base de todo: el miedo de lo misterioso, el miedo de la derrota, el miedo de la muerte. El miedo es el padre de la crueldad y, por lo tanto, no es de extrañar que la crueldad y la religión vayan de la mano. Se debe a que el miedo es la base de estas dos cosas.
    La ciencia puede ayudarnos a librarnos de ese miedo cobarde en el cual la humanidad ha vivido durante tantas generaciones. La ciencia puede enseñarnos a no buscar ayudas imaginarias, a no inventar aliados celestiales, sino más bien a hacer con nuestros esfuerzos que este mundo sea un lugar habitable, en lugar de ser lo que han hecho de él las iglesias en todos estos siglos. [...]
    Todo el concepto de Dios es un concepto derivado del antiguo despotismo oriental. Es un concepto indigno de los hombres libres. Cuando se oye en la iglesia a la gente humillarse y proclamarse miserables pecadores, etc., parece algo despreciable e indigno de seres humanos que se respetan. Debemos mantenernos de pie y mirar al mundo a la cara. Tenemos que hacer el mundo lo mejor posible, y si no es tan bueno como deseamos, después de todo será mejor que lo que esos otros han hecho de él en todos estos siglos. Un mundo bueno necesita conocimiento, bondad y valor; no necesita el pesaroso anhelo del pasado, ni el aherrojamiento de la inteligencia libre mediante las palabras proferidas hace mucho por hombres ignorantes. Necesita un criterio sin temor y una inteligencia libre. [...]
    Mi opinión acerca de la religión es la de Lucrecio. La considero como una enfermedad nacida del miedo, y como una fuente de indecible miseria para la raza humana. No puedo, sin embargo, negar que ha contribuido en parte a la civilización. Primitivamente ayudó a fijar el calendario, e hizo que los sacerdotes egipcios escribieran la crónica de los eclipses con tal cuidado que con el tiempo pudieron predecirlos. Estoy dispuesto a reconocer estos dos servicios, pero no conozco otros. [...]
    Lo que se aplica al cristianismo es igualmente cierto en el budismo. Buda era bondadoso y esclarecido; en su lecho de muerte se reía de sus discípulos porque creían que era inmortal. Pero los sacerdotes budistas —como existen en el Tibet, por ejemplo—, han sido obscurantistas, tiranos y crueles en el más alto grado. No hay nada accidental en esta diferencia entre la Iglesia y su Fundador. En cuanto la absoluta verdad se supone contenida en los dichos de un cierto hombre, hay un cuerpo de expertos que interpretan lo que dice, y estos expertos infaliblemente adquieren poder, ya que tienen la clave de la verdad. Como cualquier otra casta privilegiada, emplean el poder en beneficio propio. Sin embargo, son, en un respecto, peores que cualquier otra casta privilegiada, ya que su misión es difundir una verdad invariable, revelada de una vez para siempre en toda su perfección, de forma que se hacen necesariamente contrarios a todo progreso intelectual y moral. La Iglesia combatió a Galileo y a Darwin; en nuestra época combate a Freud. [...]
  El argumento cristiano usual es que el sufrimiento del mundo es una purificación del pecado, y, por lo tanto, una cosa buena. Este argumento es, claro está, sólo una racionalización del sadismo; pero en todo caso es un argumento pobre. Yo invitaría a cualquier cristiano a que se acompañase a la sala de niños de un hospital, a que presenciase los sufrimientos que padecen allí, y luego a insistir en la afirmación de que esos niños están tan moralmente abandonados que merecen lo que sufren. Con el fin de afirmar esto, un hombre tiene que destruir en él todo sentimiento de piedad y compasión. Tiene, en resumen, que hacerse tan cruel como el Dios en quien cree. Ningún hombre que cree que los sufrimientos de este mundo son por nuestro bien, puede mantener intactos sus valores éticos, ya que siempre está tratando de hallar excusas para el dolor y la miseria. [...]
   Las objeciones a la religión son de dos clases, intelectuales y morales. La objeción intelectual consiste en que no hay razón para suponer que hay alguna religión verdadera; la objeción moral es que los preceptos religiosos datan de una época en que los hombres eran más crueles de lo que son ahora y, por lo tanto, tienden a perpetuar inhumanidades que la conciencia moral de la época habría superado de no ser por la religión. [...]
   La Iglesia ha destacado la persecución de los cristianos por el Estado Romano antes de Constantino. Sin embargo, esta persecución fue ligera, intermitente y totalmente política. En toda época, desde la de Constantino a fines del siglo XVII, los cristianos fueron mucho más perseguidos por otros cristianos de lo que lo fueron por los emperadores romanos. Antes del cristianismo, esta actitud de persecución era desconocida en el viejo mundo, excepto entre los judíos. Si se lee, por ejemplo, a Heródoto, se halla un relato tolerante de las costumbres de las naciones extranjeras que visitó.
    Es cierto que el cristiano moderno es menos severo, pero ello no se debe al cristianismo; se debe a las generaciones de librepensadores que, desde el Renacimiento hasta el día de hoy, han avergonzado a los cristianos de muchas de sus creencias tradicionales. Es divertido oír al moderno cristiano decir lo suave y racionalista que es realmente el cristianismo, ignorando el hecho de que toda su suavidad y racionalismo se debe a las enseñanzas de los hombres que en su tiempo fueron perseguidos por los cristianos ortodoxos. Hoy nadie cree que el mundo fue creado en el año 4004 a. de J. C-, pero no hace mucho el escepticismo acerca de ese punto se consideraba un crimen abominable. Mi tatarabuelo, después de observar la profundidad de la lava de las laderas del Etna, llegó a la conclusión de que el mundo tenía que ser más viejo de lo que suponían los ortodoxos, y publicó su opinión en un libro. Por este crimen fue lanzado al ostracismo. Si se hubiera tratado de un hombre de posición más humilde, su castigo habría sido indudablemente más severo. No es ningún mérito de los ortodoxos que no crean ahora en los absurdos en que se creía hace 150 años. La mutilación gradual de la doctrina cristiana ha sido realizada a pesar de su vigorosísima resistencia, y sólo como resultado de los ataques de los librepensadores. [...]
    Indudablemente, la fuente más importante de la religión es el miedo; esto se puede ver hasta el día de hoy, ya que cualquier cosa que despierta alarma suele volver hacia Dios los pensamientos de la gente. La guerra, la peste y el naufragio tienden a hacer religiosa a la gente. Sin embargo, la religión tiene otras motivaciones aparte del terror; apela especialmente a la propia estimación humana. Si el cristianismo es verdadero, la humanidad no está compuesta de lamentables gusanos como parece; el hombre interesa al Creador del universo, que se molesta en complacerse cuando el hombre se porta bien y en enojarse cuando se porta mal. Esto es un cumplido importante. [...]
BERTRAND RUSSELL

Continuará...

16 comentarios:

carlos perrotti dijo...

"...Un mundo bueno necesita conocimiento, bondad y valor... Necesita un criterio sin temor y una inteligencia libre..."

Para no copiar y pegar todo ¿Por qué no soy cristiano?

Juan Nadie dijo...

Lo mismo habría podido decir: ¿Por qué no soy musulmán, judío...?

Juan Nadie dijo...

Este post debería haber salido pasado mañana. El de hoy es el anterior, que también ha salido.

Sirgatopardo dijo...

No nos importa aunque, en este caso y por excepción, ya lo había leído no hace mucho.

Sirgatopardo dijo...

A quién sí que no tenía el gusto era a Joss Stone. Pienso perseguirla...

Juan Nadie dijo...

Harás bien.

marian dijo...

Madre mía del amor hermoso, cuánta verdad junta.

Juan Nadie dijo...

Es lo que tienen las mentes libres, o que quieren llegar a serlo.

marian dijo...

Además, en concreto la católica, que es la que más conozco (supongo que con las demás ocurrirá lo mismo), todos los relatos y personajes son copias o adaptaciones ya existentes desde tiempos inmemoriales, especialmente de los persas, que a su vez también las acogieron de otras culturas.

marian dijo...

Y seguiré mañana porque este y el otro hay que leerlos y releerlos.

Juan Nadie dijo...

Sí, así ha sido históricamente. Hubo quienes se comieron el coco para crear unos dioses a su imagen y semejanza, y los que vinieron después se encontraron el trabajo hecho, sólo había que cambiarlos de nombre, adjudicárselos como propios y hacerlos enemigos de los dioses contrarios, que eran los mismos. Una locura.

Parafraseando a Conrad: ¡El miedo!, ¡El miedo!...

(Hablamos de las religiones monoteístas, los griegos y los romanos jamás hicieron eso)

marian dijo...

Y tan locura, y todo en nombre de Dios, un dios, al parecer... politeísta.
"Un mundo bueno necesita conocimiento, bondad y valor" Con esto nada más, ya solo con esto: ¿quién necesita de ninguna religión?

marian dijo...

Y en esa contribución a la civilización está también el patrimonio artístico, que no debería pertenecer a la Iglesia, desde mi punto de vista.

Juan Nadie dijo...

Supongo que estás pensando en la Mezquita de Córdoba, que es el asunto más candente en estos momentos y en este tipo de temas. Sí, debería ser y es patrimonio de la Humanidad. Las religiones ahí ya no pintan nada.

marian dijo...

No, no, no estaba pensando ella, pero es un buen ejemplo. Me refería a la financiación de ese patrimonio, dicho más llanamente: "a quienes ponían la pasta" Pues de manera directa (el pueblo llano, que hubo casos) e indirecta, ya que los que aportaban ese dinero previamente lo habían recaudado o se lo habían apropiado al mismo pueblo llano (también directa o indirectamente) Pero ya se sabe, Santa Rita, Rita...

marian dijo...

Sin contar con el patrimonio civil adquirido por la Iglesia gracias a las donaciones y herencias de los feligreses; con la esperanza, quizá, de hacer un intercambio entre sus parcelas terrestres con una parcelita (prometida) en el cielo.