Chuck Berry - The Legend

miércoles, 28 de agosto de 2013

I HAVE A DREAM. Medio siglo del sueño de Luther King

   Coincidiendo con la conmemoración de los 100 años de la Proclamación de la Emancipación -la declaración del presidente Lincoln en 1863 en la que anunciaba que todos los esclavos de los Estados Confederados de América serían liberados-,  el 28 de agosto de 1963 el reverendo Martin Luther King pronuncia en Washington, ante más de 300.000 personas que habían participado en la Marcha por el Trabajo y la Libertad, el que con el tiempo se convertiría en uno de los discursos más famosos, citados y parafraseados de la Historia: 

    Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la Historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
      Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la Emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero 100 años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
      Por eso hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
      Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de “fondos insuficientes”. Pero nos negamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Nos negamos a creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.
      También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar la droga tranquilizadora del gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios.
      Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.
      1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirán contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia.
      Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde la fuerza física se encuentra con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra no debe conducirnos a desconfiar de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

Discurso de Martin Luther King en Washington, el 28 de agosto de 1963

      Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, “¿Cuándo quedaréis satisfechos?”   Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros solo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande.
    Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipi no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que “la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente”.
      Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policial. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido es emancipador.
      Regresen a Misisipi, regresen a Alabama, regresen a Carolina del Sur, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.
      Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del hoy y del mañana, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño “americano”.
      Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.
      Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
      Sueño que un día, incluso el estado de Mississippi, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
      Sueño que mis cuatro pequeños hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
      ¡Hoy tengo un sueño!
      Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas. ¡Hoy tengo un sueño!
      Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.
      Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.
      Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, “Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad”. Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.
      Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no solo eso: ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Mississippi! “De cada costado de la montaña, que repique la libertad”.
      Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: “¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!”. *
Martin Luther King


    "Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos".

      "Con frecuencia, los hombres se odian unos a otros porque se tienen miedo; tienen miedo porque no se conocen; no se conocen porque no se pueden comunicar; no se pueden comunicar porque están separados". 

    Gracias a la lucha de Martin Luther King contra la segregación, en 1964 se aprobó la Ley de los Derechos Civiles y en 1965 la Ley de Derecho a Voto. El presidente de los Estados Unidos era por aquel entonces Lyndon B. Johnson. El 4 de abril de 1968, Martin Luther King fue asesinado por un segregacionista blanco en el balcón del Lorraine Motel en Memphis (Tennessee).

Free at Last - Blind Boys Of Alabama

Actualización:

miércoles, 14 de agosto de 2013

PIONEROS DEL CINE/ 4 - Los primeros pasos del arte cinematográfico en España - Eduardo Jimeno, Fructuoso Gelabert, Segundo de Chomón, Blasco Ibáñez

    Decíamos ayer..., o hace meses, tampoco hay que ponerse exquisitos, que hablaríamos de los comienzos del cine español. Nunca es tarde, de modo que vamos a ello.

    Como explicábamos en el primer capítulo de esta serie, las primeras películas rodadas en España (documentales) fueron realizadas por operadores que trabajaban a las órdenes de los Hermanos Lumiere, como Albert Promio o Francis Doublier. 
    Promio había traído a Madrid el cinematógrafo cinco meses más tarde de su presentación en París, y en 1898 ya comienzan a construirse las primeras salas de proyección.
    Eduardo Jimeno filma en octubre de 1896 el documental Salida de la misa de doce del Pilar de Zaragoza, primera película netamente española.
    Se debe al catalán Frustuoso Gelabert la creación de la industria cinematográfica española. Su primer film con argumento es Riña en un café, al que siguieron dos documentales estilo Hermanos Lumière: Salida del público de la iglesia parroquial de Sens y Salida de los trabajadores de la España industrial. Con estos tres filmes, Gelabert organiza una serie de proyecciones que tienen un gran éxito. Pero el papel  de empresario no le va a Gelabert y al final sigue con sus trabajos de realizador.
En 1908 rueda el film cómico Los calzoncillos de Toni y construye en Barcelona el primer estudio para el rodaje de películas. Tenía seis metros por nueve, y estaba instalado en el jardín de una finca perteneciente a un antiguo alcalde de la ciudad. Uno de los filmes que realizó allí, Los guapos de la Vaquería del Parque, puede considerarse como el primer gran éxito del cine español, pues permaneció en cartel un mes entero, con llenos diarios. 
    El otro gran pionero del cine español es Segundo de Chomón. Chomón comienza a interesarse por el cine en 1902 y, como Méliès, descubre e inventa trucos que utiliza en sus filmes ( Eclipse de solEl hotel eléctrico). Sin embargo, en un momento determinado se ve obligado a dejar España y se establece en Francia, trabajando a los órdenes de Pathé. En 1912 marcha a Italia.
    Otros nombres destacados de los inicios del cine español son Antonio Cuesta, valenciano, que en principio utiliza el cine para anunciar los artículos que vende en su almacén de droguería, aunque luego rueda películas de toros (1905), el interesante documental El tribunal de aguas (1906), y los filmes El ciego de la aldeaEl pastorcillo de Torrente Los siete niños de Écija, muy primarios y populares, y Ricardo de Baños, director, junto con su hermano Ramón, de innumerables filmes históricos producidos por Hispano Flims -la mayor productora de la época- y muy influidos por los franceses (Don Juan TenorioLa compañía de Melilla, Don Juan de SerrallongaLos amantes de Teruel...)
    Podemos y debemos mencionar también al escritor Vicente Blasco Ibañez, que codirigió con el francés Max André su famosa novela Sangre y arena en 1916. La película, rodada íntegramente en España, fue producida por la marca hispano-francesa Prometheus Films, creada por el escritor. Tuvo mucho éxito en nuestro país y ejerció una gran influencia en el cine español de los años siguientes. Fue la única película dirigida por Blasco Ibáñez, que más tarde firmaría en Hollywood unos cuantos guiones.

Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza - Eduardo Gimeno, 1896

Amor que mata - Fructuoso Gelabert, 1908

El hotel eléctrico - Segundo de Chomón, 1908

Sangre y arena - Vicente Blasco Ibáñez y Max André, 1916

    Casi todo el cine español de estos años se limitó a copiar del cine francés o italiano, y se produjo de forma esporádica y un tanto arbitraria y con gran escasez de medios. Es lo que había.

    Vale, ¿pero qué pasaba en otros sitios? Lo iremos viendo. Aunque esa es otra historia, y será otro capítulo.

Continuará... (algún día)