Chuck Berry - The Legend

jueves, 17 de diciembre de 2015

ANIMALES DE BELLOTA/ 6 - TENÍA QUE OCURRIR


Y ocurrió. La agresión al Presidente del Gobierno y candidato a la presidencia Mariano Rajoy no es un simple acto salvaje de un niñato descerebrado, sino producto, en gran medida, del caldo de cultivo que cierta izquierda cavernícola lleva preparando desde hace lustros. Esa izquierda que se cree en posesión de la verdad y la razón moral y para quien el adversario político no es más que un enemigo a exterminar. La caverna lleva tiempo instalada en la izquierda. En algunos sectores de la izquierda.
Esta vez ha sido un independentista gallego. Podría haber sido cualquiera. Los partidos políticos se han apresurado a condenar la agresión, pero estoy seguro que en algunos casos y en ciertos personajes o personajillos la alegría va por dentro.
En fin, España.

domingo, 13 de diciembre de 2015

EL CONTRATO SOCIAL O PRINCIPIOS DEL DERECHO POLÍTICO (Fragmentos)/ 3

LIBRO III
CAPÍTULO XV
Los diputados o representantes
Tan pronto como el servicio público deja de ser la cuestión principal para los ciudadanos y éstos prefieren servir con su dinero antes que con su persona, el Estado se encuentra ya cerca de su ruina. ¿Que hay que ir al combate? Pagan tropas y se quedan en sus casas. ¿Que hay que ir al consejo? Nombran diputados y se quedan en sus casas. A fuerza de pereza y de dinero terminan teniendo soldados que sojuzguen a la patria y representantes que la vendan.

El movimiento del comercio y de las artes, el ávido interés de la ganancia, la indigencia y el amor a las comodidades, hacen cambiar los servicios personales por dinero. Se cede una parte del beneficio personal para aumentarlo a placer. Dad dinero y pronto tendréis cadenas. La palabra finanzas1 es palabra de esclavos; no se la conoce en la ciudad. En un Estado verdaderamente libre los ciudadanos lo hacen todo con sus manos y nada con el dinero; lejos de pagar para librarse de sus deberes, pagarían por cumplirlos ellos mismos. Estoy muy lejos de lo que corrientemente se piensa: considero que las prestaciones personales son menos contrarias a la libertad que los impuestos.

Cuanto mejor constituido está el Estado, más prevalecen los asuntos públicos sobre los privados en el espíritu de los ciudadanos. Incluso hay muchos menos asuntos privados, porque al proporcionar la suma del bienestar común una porción mayor que el de cada individuo, le queda menos que buscar en los asuntos particulares. En una ciudad bien guiada, todos acuden corriendo a las asambleas; con un mal gobierno, nadie quiere dar un paso para dirigirse a ellas; porque nadie presta interés a lo que allí se hace, pues se prevé que no dominará en ellas la voluntad general, y a fin de cuentas las atenciones domésticas lo absorben todo. Las buenas leyes impulsan a hacer otras mejores; las malas acarrean otras peores. En cuanto alguien dice de los asuntos del Estado: "¿A mí qué me importa?", hay que considerar que el Estado está perdido.

El enfriamiento del amor a la patria, la actividad del interés privado, la gran extensión de los Estados, las conquistas, el abuso del gobierno, todo ello ha dado lugar a la existencia de diputados o representantes del pueblo en las asambleas de la nación. A esto es a lo que en ciertos países se atreven a llamar "tercer Estado". Así, el interés particular de los dos órdenes es colocado en el primero y el segundo rangos en tanto que el interés público se coloca en el tercero2.

La soberanía no puede ser representada, por la misma razón que no puede ser enajenada: consiste esencialmente en la voluntad general, y la voluntad no se representa; o es ella misma, o es otra: no hay término medio. Los diputados del pueblo no son, pues, ni pueden ser sus representantes, no son más que sus delegados; no pueden acordar nada definitivamente. Toda ley que no haya ratificado personalmente el pueblo es nula; no es una ley. El pueblo inglés se cree libre, y se equivoca de parte a parte; sólo lo es durante la elección de los miembros del Parlamento; en cuanto los ha elegido, es esclavo, no es nada. Por el uso que hace de su libertad en los breves momentos en que disfruta de ella merecería perderla.

La idea de los representantes es moderna: procede del gobierno feudal, de ese inicuo y absurdo gobierno en el que se ha degradado la especie humana y en la que se ha deshonrado el llamarse hombre. En las antiguas repúblicas, e incluso en las monarquías, jamás tuvo el pueblo representantes; no se conocía esta palabra. Es muy curioso que en Roma, donde los tribunos eran tan sagrados, ni siquiera se les ocurriera que pudiesen usurpar las funciones del pueblo, y que, en medio de una multitud tan grande, nunca intentaran aprobar ni un plebiscito con su sola autoridad. Considérese, sin embargo, las dificultades que acarreaba a veces el gentío, por lo que sucedió en tiempo de los Gracos, en que una parte de los ciudadanos tuvo que emitir su voto desde los tejados.

Donde el derecho y la libertad lo son todo, los inconvenientes no cuentan nada. En este pueblo sabio todo se situaba en su justa medida; dejaba hacer a los lictores lo que sus tribunos no se hubiesen atrevido a hacer; no temían que sus lictores quisieran representarlos.

Para explicar, sin embargo, cómo los representaban los tribunos algunas veces, basta pensar cómo representaba el gobierno al soberano. Por no ser la ley más que la declaración de la voluntad general, es evidente que el pueblo no puede ser representado en el poder legislativo; pero puede y debe serlo en el poder ejecutivo, que no es sino la fuerza aplicada a la ley. Esto demuestra que, examinando bien las cosas, encontraríamos muy pocas naciones que tuviesen leyes. De cualquier modo, es seguro que los tribunos, que no tenían parte alguna en el poder ejecutivo, nunca pudieron representar al pueblo romano por los derechos de sus cargos, a no ser que usurparan los del senado.

Entre los griegos, cuanto tenía que hacer el pueblo lo hacía por sí mismo: constantemente estaba reunido en la plaza. Disfrutaba de un apacible clima, no era ansioso, los esclavos hacían sus trabajos, su interés central era la libertad. No teniendo las mismas ventajas, ¿cómo conservar los mismos derechos? Vuestros climas más duros os crean más necesidades3; durante seis meses del año no se puede usar vuestra plaza pública, vuestras sordas lenguas no pueden hacerse oír al aire libre: os importa más vuestro beneficio que vuestra libertad, y teméis mucho menos la esclavitud que la miseria.

¿Cómo? ¿Que la libertad sólo se mantiene con el sostén de la servidumbre? Quizás. Los extremos se tocan. Todo lo que no está en la naturaleza tiene sus inconvenientes, y la sociedad civil más que todo el resto. Hay situaciones tan desdichadas que en ellas no se puede conservar la libertad más que al coste de la de otro, y en que el ciudadano no puede ser perfectamente libre a no ser que el esclavo sea totalmente esclavo. Esa era la situación de Esparta. En cuanto a vosotros, pueblos modernos, no tenéis esclavos, pero lo sois; pagáis su libertad con la vuestra. Por más que alabéis esa preferencia, yo veo en ella más de cobardía que de humanidad.

No quiero decir con esto que haya que tener esclavos ni que el derecho de esclavitud sea legítimo, puesto que he demostrado lo contrario. Digo sólo las razones por las que los pueblos modernos, que se creen libres, tienen representantes y por qué los pueblos antiguos no los tenían. De cualquier forma, desde el momento en que un pueblo nombra a quien le represente, ya no es libre, ya no existe.

Teniéndolo todo muy en cuenta, no veo que en lo sucesivo le sea posible al soberano conservar entre nosotros el ejercicio de sus derechos, a no ser que la ciudad sea muy pequeña. Pero si es muy pequeña, ¿será sometida? No. Después demostraré4 cómo puede reunirse el poder exterior de un gran pueblo con la administración fácil y el buen orden de un pequeño Estado.
Traducción de Enrique López Castellón
1 La palabra finance no tenía en el francés antiguo el mismo sentido que hoy, ya que designaba el dinero con que se compraba un cargo. En este sentido la usa Rousseau. (N. del T.)
Cuando Rousseau habla del "soberano" y de la "autoridad del soberano", habla naturalmente del pueblo. (N. de J. N.)
2 Alude a los Estados Generales, que se constituían por delegados de los tres órdenes. (N. del T.) Los tres ódenes eran el Clero, la Nobleza y el Tercer Estado (todos los que no pertenecían al Clero o a la Nobleza) (N. de J. N.)
3 Adoptar en los países fríos el lujo y la molicie de los orientales es querer darse a sí mismo sus cadenas; es someterse a éstas más necesariamente aún que a aquellos. (Rousseau)
4 Es lo que me había propuesto hacer en la continuación de esta obra, cuando al tratar de las relaciones externas hubiera llegado a las confederaciones. Se trata de una materia totalmente nueva cuyos principios están aún por establecer. (Rousseau). El autor alude a una obra amplia que pensaba escribir: Institutions Politiques. (N. del T.)

Fragmentos de El contrato social o Principios del derecho político, de Jean-Jacques Rousseau.

EL CONTRATO SOCIAL O PRINCIPIOS DEL DERECHO POLÍTICO (Fragmentos)/ 2

LIBRO III
CAPÍULO IV
LA DEMOCRACIA
Quien hace la ley es el que mejor sabe cómo se debe ejecutar e interpretar. Parece, pues, que no podría haber mejor constitución que aquella en la que el poder ejecutivo está unido al legislativo. Pero esto mismo hace insuficiente a ese gobierno en ciertos aspectos, porque no se distingue lo que se debe distinguir y porque al no ser el príncipe y el soberano1 sino la misma persona, no forman, por así decirlo, más que un gobierno sin gobierno.

No es bueno que quien hace las leyes las ejecute, ni que el cuerpo del pueblo aparte su atención de los puntos de vista generales para fijarla en los objetos particulares. Nada hay más peligroso que la influencia de los intereses particulares en los asuntos públicos; pues que el gobierno abuse de las leyes es un mal menor al lado de la corrupción del legislador, consecuencia inevitable de que prevalezcan puntos de vista particulares. Al hallarse entonces alterado en su sustancia el Estado, se hace imposible toda reforma. Un pueblo que nunca abusara del gobierno, tampoco abusaría de su independencia; un pueblo que siempre gobernara bien no tendría necesidad de ser gobernado.

Si tomamos el término en su acepción más rigurosa, nunca ha existido una verdadera democracia, y jamás existirá. Es contrario al orden natural que gobierne el mayor número y que sea gobernado el menor. No puede imaginarse que el pueblo permanezca constantemente reunido para ocuparse de los asuntos públicos, y fácilmente se ve que para esto no podría establecer comisiones sin que cambiara la forma de la administración.

Efectivamente, creo poder afirmar, en principio, que cuando las funciones del gobierno se reparten entre varios tribunales, los menos numerosos adquieren, tarde o temprano, la mayor autoridad; aunque no fuera más que a causa de la facilidad de despachar los asuntos, que naturalmente se someten a su consideración.

Además, ¿cuántas cosas difíciles de reunir no supone este gobierno? En primer lugar, un Estado muy pequeño en que sea fácil congregar al pueblo y en que cada ciudadano pueda conocer fácilmente a todos los demás; en segundo lugar, una gran sencillez de costumbres, que evite multitud de cuestiones y de discusiones espinosas; además, mucha igualdad en las categorías y en las fortunas, sin lo cual no podría subsistir mucho tiempo la igualdad en los derechos y en la autoridad; por último, poco o nada de lujo, porque o el lujo es consecuencia de las riquezas, o las hace necesarias; corrompe a la vez al rico y al pobre; al rico por poseerlas y al otro por ambicionarlas; entrega a la patria a la molicie, a la vanidad; priva al Estado de todos sus ciudadanos para hacerlos esclavos unos de otros, y todos de la opinión.

He aquí por qué un célebre autor2 ha considerado que la virtud constituye la base de la república, porque todas estas condiciones no podrían subsistir sin la virtud; pero por no haber hecho las necesarias distinciones, a este gran genio le ha faltado a menudo exactitud, a veces claridad, y no ha visto que, al ser la autoridad soberana la misma en todas partes, el mismo principio debe darse en todo Estado bien constituido, más o menos, por supuesto, según la forma de gobierno.

Añadamos que no hay gobierno tan sometido a las guerras civiles y a las agitaciones intestinas como el democrático o popular, porque no hay ninguno que tienda tan fuerte y tan continuamente a cambiar de forma ni que exija más vigilancia y valor para ser mantenido en la suya. En esta constitución, sobre todo, el ciudadano debe armarse de fuerza y de constancia y decir cada día en el fondo de su corazón lo que decía un virtuoso palatino en la Dieta de Polonia: Malo periculosam libertatem quam quietum servitium3.

Si hubiera un pueblo de dioses, se gobernaría democráticamente, pero no conviene a los hombres un gobierno tan perfecto.
Traducción de Enrique López Castellón
1 Cuando habla del soberano, Rousseau lo hace del pueblo. (N. de J. N.)
2 Se refiere a Montesquieu, El espíritu de las leyes, III, 3. (N. del T.)
3 Prefiero una libertad peligrosa antes que una esclavitud tranquila. (N. del T.)

Fragmentos de El Contrato Social o Principios del Derecho Político, de Jean-Jacques Rousseau.

lunes, 23 de noviembre de 2015

¿POR QUÉ NO PODEMOS LLEVARNOS TODOS BIEN?


Las críticas irresponsables de aquellos que 
nunca han estado ni jamás esperan 
estar en el poder.
George Orwell

En la película ¡Mars Attacks!, una hilarante comedia negra estrenada en 1996, los invasores extraterrestres ya han liquidado a medio mundo cuando su líder y un par de diminutos guardaespaldas se encuentran cara a cara con el presidente de Estados Unidos, interpretado por Jack Nicholson. El presidente, solo en su despacho, apela a la bondad de los enemigos de la humanidad. "¿Por qué no crear en vez de destruir?", les ruega. "¿Por qué no podemos llevarnos todos bien?".
Acto seguido, el jefe de los marcianos lo mata, se acerca al cadáver y le ofrece un burlón saludo militar.

No es del todo absurdo suponer que el idealista de izquierdas que preside el partido laborista británico, Jeremy Corbyn, intentaría responder de manera similar al ficticio presidente en caso de verse arrinconado por un terrorista del Estado Islámico (ISIS). Sería un gesto consecuente con la visión del mundo que comparte con sus correligionarios en Europa, EE UU y América Latina. Siendo inglés, Corbyn quizá les invitaría primero a tomar una taza de té.

Corbyn y Bernie Sanders, el estadounidense que aspira a la candidatura presidencial del Partido Demócrata, y los muchos que comparten su pavloviano antiimperialismo en todo el mundo insisten, con irreductible vigor tras los atentados de París, en que las intervenciones militares de Occidente en Oriente Próximo crearon el fenómeno yihadista. Lo dijo Sanders en un debate con Hillary Clinton la semana pasada: "La desastrosa invasión de Irak condujo al ascenso de Estado Islámico".

Algo de razón tiene. El psicópata exvicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney y sus perritos de falda -en orden de tamaño, George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar- rompieron el tiránico equilibrio en la región con su alocada invasión de Irak. No se puede saber qué estaría pasando hoy si Sadam Hussein siguiese en el poder, quizá la situación sería incluso más anárquica de lo que es, pero no se puede descartar la hipótesis de que hubiera frenado la yihad en seco combatiendo el terror, como era su costumbre, con más terror.

Por otro lado, se podría argumentar también que si Barack Obama no hubiera retirado las tropas estadounidenses de Irak, el ISIS no hubiera podido imponer su "califato" en Siria e Irak. Y, ya que estamos, ¿por qué no vamos más lejos? Si la actitud de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y demás aliados hubiera sido menos vengativa después de la Primera Guerra Mundial, si el Tratado de Versalles hubiera sido más generoso con los alemanes, es probable que Hitler no hubiese llegado al poder y el mundo se hubiera ahorrado el horror de la Segunda Guerra Mundial y el exterminio de seis millones de judíos.

El problema de ir por el camino de que la culpa la tienen los Gobiernos de Occidente es que propone como eje original del mal a aquellos que en el fondo defienden lo que Estado Islámico desprecia y los nazis despreciaban: la libre expresión, la soberanía de la ley y los demás elementos básicos de la democracia que permiten que los Corbyn, Sanders, Podemos, Syriza, incluso el Frente Nacional francés y otros que se oponen al estatus quo puedan competir en el terreno político sin temor a caer presos o ser asesinados. Al atribuir la responsabilidad por las masacres de París a Gobiernos electos de Europa y EE UU se plantea una grotesca equivalencia moral con los tontos inútiles, en varios casos exyonquis o delincuentes de poca monta, que han encontrado la redención personal en una ideología que rinde culto a la muerte, que cree contar con apoyo divino cuando decapita a infieles, lanza a homosexuales desde altos edificios, apedrea a mujeres supuestamente adúlteras y viola, esclaviza o prostituye a niñas de 13 años. Es verdad que los bombardeos de la aviación de EE UU y sus aliados han causado las muertes de civiles. De muchos. Demasiados. Pero hay una diferencia. Cuando mueren inocentes, Obama lo lamenta. El ISIS lo celebra.

El hecho es que, como dijo la semana pasada el jefe del servicio interno de inteligencia de Alemania, nos enfrentamos a "una guerra terrorista mundial". Hay que tomar partido. No es hora de seguir bañándose en las aguas tibias del buenismo. Uno se puede sentir muy satisfecho consigo mismo oponiéndose a la guerra, al "imperialismo neoliberal", a la vigilancia policial y tal, pero los tiempos exigen debates constructivos y respuestas concretas, sin cerrar los ojos a la dura realidad de que en el mundo político real no hay más remedio a veces que ensuciarse las manos, sacrificar la pureza moral y elegir entre lo malo y lo peor. No es suficiente en la emergencia actual declarar que la paz es un principio innegociable -la paz no es un principio, es una circunstancia- o que debemos luchar más contra el enemigo dentro que el enemigo fuera.

El argumento irrefutable contra la tesis que predica una simple conexión causa y efecto entre la política exterior de los países ricos de Occidente y el ascenso del Estado Islámico es que la enorme mayoría de sus víctimas no son europeos o estadounidenses sino habitantes de Siria o Irak, principalmente musulmanes. A los que les incomoda la idea de tomar partido junto a Obama, Cameron, Hollande y compañía, que salvaguarden sus conciencias convenciéndose que lo hacen a favor de aquellos miserables de la tierra que están en el punto de mira del ISIS todos los días del año. Es hora de que los tontos útiles dejen de serlo y se definan, empezando por identificar sin ambigüedades quién hoy es el principal enemigo de la humanidad. Porque cuando aparezca el yihadista con un Kaláshnikov en un bar o un teatro o un supermercado y empiece a liquidar a gente uno por uno, no preguntará si su siguiente víctima es de izquierdas o de derechas, progresista o neoliberal, imperialista o antiimperialista. Matará, como una peste, sin prejuicio y sin piedad.
JOHN CARLIN - El País, 23-11-12015

viernes, 20 de noviembre de 2015

DÍA INTERNACIONAL DE LA INFANCIA


Según datos de UNICEF, OMS, OIT y PNUD:
  • 1.000 millones de niños carecen de uno o más servicios esenciales para la supervivencia y el desarrollo.
  • 8,8 millones de niños en todo el mundo mueren anualmente antes de cumplir cinco años: 3 millones de estos niños mueren de neumonía; 1,5 millones de diarrea.
  • 4 millones de recién nacidos en todo el mundo mueren durante su primer mes de vida.
  • 148 millones de menores de cinco años en las regiones en desarrollo tienen un peso insuficiente para su edad.
  • 1.020 millones de seres humanos pasan hambre todos los días.
  • 1.400 millones de personas carecen de acceso al agua potable.
  • 2.500 millones de personas carecen de acceso a instalaciones de saneamiento.
  • 51 millones de niños carecen de un certificado de nacimiento.
  • 18 millones de niños sufren los efectos del desplazamiento.
  • Entre 500  y 1.500 millones de niños son víctimas de la violencia.
  • 145 millones de niños han perdido a uno o ambos progenitores, de ellos 15 millones debido al SIDA.
  • 2 millones de niños menores de 15 años viven con VIH en todo el mundo.
  • Más de 1 millón de niños son detenidos por medio de procesos judiciales.
  • Según datos de UNICEF, 101 millones de niños no acuden a la escuela primaria. Sin embargo, según datos de la OIT, en el mundo todavía hay más de 218 millones de niños que trabajan, y de ellos, 126 millones lo hacen en empleos considerados peligrosos o dañinos.
  • El 70 por ciento (más de 132 millones de niños) de los menores trabajadores lo hacen en la agricultura, y lo hacen en jornadas de sol a sol, plantando y cosechando, utilizando pesticidas y atendiendo al ganado en granjas y plantaciones.
  • Más de 300.000 menores han sido reclutados en los últimos años como niños soldados (120.000 en África, 120.000 en Asia y Pacífico y más de 30.000 en Latinoamérica y el Caribe).
  • Unos 2 millones de niños están envueltos en la actualidad en las redes de comercio sexual.
  • Resulta imposible saber cuántos niños trabajadores en el mundo están sometidos a condiciones de explotación en el servicio doméstico.
  • Cerca de 1 millón de niños trabajan en pésimas condiciones en minas y canteras, una de las formas más duras de trabajo infantil.
  • En el mundo hay entre 950.000 y 1.250.000 menores víctimas del tráfico de niños.
  • Más de 500.000 mujeres mueren todos los años debido a causas relacionadas con el embarazo y el parto.
  • El riesgo para toda la vida de la mortalidad derivada de la maternidad es 300 veces mayor para las mujeres que viven en los países menos adelantados que para las que viven en los países industrializados.
  • 14 millones de mujeres jóvenes dieron a luz entre los 15 y los 19 años.
  • 70 millones de mujeres y niñas en 29 países han sido víctimas de la ablación genital.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

SIN PALABRAS


jueves, 22 de octubre de 2015

NUEVA HISTORIA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA

Seguramente ustedes, como yo, aman la literatura y se han preocupado de conocer fechas, movimientos, corrientes, tendencias, generaciones... Olvídenlo. Todo estaba equivocado. Peor aún: nos han estado engañando todo el tiempo. ¿No se lo creen? Pregunten a Jordi Bilbeny, dizque filólogo catalán. Según este sujeto -que dicho sea de paso podría cortarse un poco y dejar de ponerse constantemente en ridículo- gran parte de la literatura española, por no decir toda, es una conspiración y manipulación castellana para ningunear a Cataluña, benditos sean los dioses.
El tal Bilbeny, militante de la CUP (Candidatura d'Unitat Popular) de Arenys de Mar, autor del himno a la independencia catalana y miembro de la fundación Nova Historia -un engendro que tiene por misión principal denunciar la "conspiración" de Castilla por la que los "grandes personajes catalanes" fueron excluídos de la historia oficial y reconvertidos en castellanos-, está reescribiendo la historia de la literatura (y la historia en general) de este país. Con un par. Sin que se le caiga la cara de vergüenza. Los paletos nacionalistas (valga el pleonasmo) encantados, oiga.

Lean, lean:

Teresa de Cepeda y Ahumada (Teresa de Ávila), ni se llamaba así, ni era de Ávila, qué ordinariez. Su nombre auténtico era Teresa de Cardona Enríquez, abadesa del barrio barcelonés de Pedralbes.

Miguel de Cervantes en realidad se apellidaba Servent y nació en la localidad alicantina de Xixona. Además, el Quijote (perdón, el Quixot) fue escrito íntegramente en catalán, aunque luego los censores lo tradujeron al castellano, y la primera parte de la obra no describe paisajes castellanos sino escenarios de los alrededores de Xixona.

Cristóbal Colón no era un navegante genovés, sino un miembro de una importante familia barcelonesa apellidada Colom. Las tres carabelas no partieron del puerto de Palos (Huelva), no señor, faltaría más, sino de Pals, en la comarca del Bajo Ampurdán (Gerona). ¿A que no saben cuál era la bandera que lucían los navíos? Exacto: la senyera.

Erasmo de Rotterdam: no se lo van a creer, porque son ustedes unos descreídos, pero el bueno de Erasmo (holandés) era realmente el segundo hijo de Colom, Ferrán Colom. ¡Toma ya!

Leonardo da Vinci: catalán, por supuesto. Hijo perdido de la casa real catalana, seguramente de Nápoles. Es más, los fondos que aparecen en muchos de los cuadros de Leonardo, entre ellos el de La Gioconda, son realmente la montaña catalana de Montserrat. ¡Los dioses nos asistan!

Francisco Pizarro: No nació en Trujillo (Cáceres), ¿qué se creían ustedes?, sino que es hijo de una mantenida de la comarca de La Segarra llamada Aldonça Roig d'Ivorra i Alemany, casada en 1475 con un tal Francesc de Castre-Pinós de So i Carròs. Este matrimonio, según las tesis del pseudofilólogo nacionalista, era una tapadera para ocultar a los bastardos de Fernando el Católico. En su opinión, Pinós de So i Carros fue transmutado a Pizarro para ocultar todo el embrollo. ¡Qué bien traído!

¿Hernán Cortés?: nada de eso, Ferrán Cortés, catalán de pura cepa.

La Celestina: aquí Fernando de Rojas no tiene nada que rascar. En realidad fue escrita por un valenciano desconocido (tranquilos, ya encontrarán a alguien), y además en catalán, lo que pasa es que los conspiradores castellanos la tradujeron inmediatamente al castellano para fastidiar al anónimo ciudadano del País Valencià.

¿Y qué me dicen del Lazarillo de Tormes?. También lo escribió un valenciano, hombre, eso callado está dicho. Aquí Bilbeny se viene arriba y especula que podría tratarse del humanista Juan Luis Vives o del escritor Joan Timoneda. El original, por supuesto, está escrito en catalán (el Llàtzer de Tormos) y transcurre en Valencia, qué importa que el Lazarillo dé pelos y señales. Según el presunto filólogo tiene más lógica que el nacimiento del Lazarillo tuviera su origen en la población valenciana de Tormos y no en Tormes.

En fin, para qué seguir.

sábado, 17 de octubre de 2015

UN POCO DE HISTORIA PARA ENTENDER LA CRISIS SIRIA EN DIEZ MINUTOS



#WhySyria es un vídeo creado por los españoles Sergio de Pazos (programador de software y diseñador) y Bruno Teixidor (guionista y realizador de cine y publicidad) que, en apenas diez minutos, nos explica de forma admirablemente resumida los antecedentes y posibles causas del conflicto sirio. Un vídeo que en la primera semana en YouTube fue visto por más de medio millón de internautas. Pazos y Teixidor no acaban de crérselo: Nos ha dejado totalmente boquiabiertos. Sí teníamos la esperanza de llegar a ciertos miles de visitas porque lo veíamos como un trabajo bien hecho, pero no que el video circulara en docenas de páginas y sumando todo llegásemos a varios millones de visitas. Ni de broma.
Los autores realizaron una primera versión utilizando un lenguaje más bien callejero, con algunas expresiones subidas de tono, pero enseguida montaron otra versión "educativa", libre de palabrotas y con sonido profesional, que es la versión que están utilizando ya los profesores para sus clases y la que traemos aquí. Creo que merece la pena.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

POR SI NO HABÍA QUEDADO CLARO


lunes, 28 de septiembre de 2015

¿Y AHORA, QUÉ HACEMOS?



La otra mitad
La farsa continúa. Y también las mentiras. Poco después de las diez de la noche subió Oriol Junqueras al estrado del Borne para decir que el independentismo había ganado en escaños y en votos. Y lo cierto es que en aquel momento el independentismo perdía, como ha acabado perdiendo, la elecciones catalanas en porcentaje y número de votos. Solo una ley electoral dislocada permite que esa derrota por la mínima se traduzca, sin embargo, en una cómoda victoria en escaños. Y a través de una injusta distribución parlamentaria impide visualizar la descarnada división de Cataluña en dos mitades, que tiene incluso su correspondencia geográfica entre Barcelona y el resto de provincias catalanas. La división radical es la principal consecuencia de la estrategia del presidente Mas: en una cabeza donde no primaran la ficción y el delirio sería suficiente para descartar un proceso independentista que se dirige contra la mitad de la población.

Sin embargo, esas evidencias objetivas no pueden ocultar que la mitad de los votantes de Cataluña ha dado un mandato parlamentario a una facción que pretende actuar contra la legalidad democrática e iniciar el proceso hacia la independencia política de Cataluña. Las características que tenga ese proceso dependerán de las decisiones que tomen el presidente Mas y sus aliados y de la respuesta que encuentre en el Gobierno del Estado. Pero lo que cabe retener a día de hoy es que hay un parlamento dispuesto a ejecutar el más grave desafío político que haya encarado la democracia española.

No van a tardar en producirse análisis contemporizadores sobre el sentido de esta apuesta de ruptura con la legalidad de la mitad de los votantes de Cataluña. Se insistirá en la evidencia de que el proceso independentista está en manos de una extraña y deforme coalición que va desde la burguesía catalanista hasta la izquierda antisistema, pasando por los restos de la tradicional versión catalana del comunismo y el asamblearismo populista. Pero esta excentricidad ideológica es para el separatismo la prueba del carácter nacional del proceso: la confrontación sobre los distintos proyectos ideológicos se dará después, una vez alcanzada la independencia. Habrá que ver si la Cup comparte este punto de vista y consiente que Mas sea el próximo presidente de Cataluña. O, por el contrario, habrá que ver si Mas, e incluso Junqueras, son capaces de transigir, en aras del proyecto nacional, con que Raül Romeva sea el presidente y eso facilite el voto de la Cup. Es cierto que pueden aflorar contradicciones insalvables a la hora de decidir quién lidera la insurrección. Pero su posibilidad no puede medirse sin atender al carácter excepcional de la situación política catalana y a la capacidad de presión del asambleísmo populista, que tanta importancia ha tenido en el proceso.

El otro análisis contemporizador vendrá, sin duda, del tercerismo. De hecho ya empezó a manifestarse en la misma campaña electoral, interpretando que los votos que pudiera recoger la coalición ganadora no eran, en realidad, votos por la independencia. Por el contrario, y según este análisis, se trataría de votos que tratarían de colocar al nacionalismo en una posición de fuerza ante la negociación inevitable de una futura reforma del marco legal vigente. Este análisis tiene, sin embargo, algún problema de coherencia. Para empezar el que se deriva de la lectura del capítulo nuclear del programa de la coalición ganadora:
El proceso hacia la creación de un Estado independiente consta de un proceso constituyente (...) La primera fase comienza después del 27-S con una declaración del inicio del proceso de independencia, con la creación de las estructuras de Estado necesarias desde un gobierno de concentración y el inicio del proceso constituyente de base social y popular. Posteriormente se procederá a la proclamación de la independencia, que supondrá la desconexión respecto del ordenamiento jurídico español vigente, y a la aprobación de la ley de transitoriedad jurídica y de la ley del proceso constituyente.
Pero es que, además, está la incontrovertible evidencia de la pluralidad política, ciertamente insólita, del próximo parlamento de Cataluña. La mitad de los electores catalanes han podido elegir entre una variadísima oferta ideológica, que ha recorrido además todos los matices de la cuestión territorial. Han podido elegir entre el secesionismo de Junts y de la Cup, entre el derecho a decidir de ideologías tan contrapuestas como Unió y Podemos, entre la opción federalista asimétrica e incluso no asimétrica de los socialistas o entre el constitucionalismo con matices diversos de Ciudadanos y el Partido Popular. Por lo tanto, y de haber preferido la vía de la negociación, los electores catalanes tenían donde elegir.

Otra cosa bien distinta es que la mitad de los electores se haya decidido por la ruptura del orden establecido con plena conciencia de lo que eso significa. Es lógico que los partidos separatistas les hayan ahorrado la descripción del turbio ambiente de inestabilidad social e institucional que conllevaría una ruptura. Mucho menos lógico es que no lo hayan hecho los partidos defensores del orden constitucional. Estos partidos han especulado sobre los graves inconvenientes de todo género que provocaría la independencia, aceptando, aun con signo negativo, el frame propuesto por los separatistas y aceptando moverse en el terreno de la política ficción. Y sin embargo no han hecho alusión a un escenario mucho más realista: el de las graves consecuencias institucionales y sociales que tendría el asalto a la legalidad de los partidos secesionistas. Así pues, la mitad de los votantes catalanes han podido dar su apoyo a la independencia como si en Cataluña se estuviese dando una situación a la escocesa y como si los planes independentistas se ajustaran a la legalidad. Pero la situación española es obviamente muy distinta de la británica: el programa de Mas y sus aliados perseguía la legitimación electoral de una apuesta nítida por la insurrección y, por lo tanto, de una destrucción consciente de las reglas del Estado de derecho que rigen en Cataluña y en el resto de España.

La responsabilidad de los políticos, sin embargo, no puede eludir la de los ciudadanos. Sobre estas elecciones se ha volcado un volumen de información que, aun descontando el ruido, es incomparable con el de ninguna otra elección reciente. Los electores, además, no se han abstenido, sino que han ido a votar de una manera que en Cataluña solo tiene el lejano precedente de las elecciones de 1982, el de la gran victoria de Felipe González. Y la elección de la mitad de los ciudadanos es devastadora desde el punto de vista de la democracia. Es un tópico (que parte de una descontextualización de una frase de Rousseau), y mucho más lo es en Cataluña, un lugar propenso a la presunción, aludir a la sabiduría y hasta al refinamiento de las decisiones del pueblo soberano. Pero ahora va a ser difícil que los aduladores de guardia cumplan con su cometido. La decisión de la mitad de los votantes catalanes supone la apertura de una crisis política que va a traer inestabilidad y zozobra a Cataluña y al resto de España. Si antes del pronunciamiento de la mitad no había ninguna razón ni lógica ni moral para el asalto a la legalidad y para la independencia, la distribución parlamentaria no convierte en lógico lo ilógico ni en moral lo inmoral. La decisión de la mitad ha sido frívola e irrespetuosa con las leyes democráticas. Y lo peor: ni siquiera va a ser inapelable. No solo tendrá enfrente a las leyes sino también a la otra mitad.
ARCADI ESPADA
EL MUNDO, 28/09/2015 

domingo, 27 de septiembre de 2015

NOSTALGIA

Guerra de banderas en el Ayuntamiento de Barcelona en el Día de la Mercè

Nostalgia
Rifirrafe de banderas en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona, en plenas fiestas de la Mercé. Sentí ese especial tipo de tristeza que se llama nostalgia. El año 2001, Joan Clos, alcalde de esa luminosa ciudad, me pidió que pronunciara el pregón de la Mercé. Soy castellano, di mi discurso en castellano, y me sentí cordialmente acogido en el solemne Salón de Cent, y al salir al balcón acompañado del consistorio. Me temo que hoy no hubiera sido posible ese acto que para mi fue conmovedor. Estoy seguro de que las revueltas aguas volverán a su cauce. Analizo esta posibilidad desde la educación, motor de mi esperanza. ¿Debe la escuela utilizarse para fomentar la identidad nacional? Creo que debe utilizarse sólo para fomentar la responsabilidad nacional, dentro de unos círculos concéntricos de responsabilidades: mi familia, mi ciudad, mi nación, la humanidad. Como pedía el gran Kant, necesitamos sentirnos participantes de una historia universal con base cosmopolita. Las emociones de la pertenencia a un grupo son violentas en los seres humanos. Con frecuencia belicosas. Por eso hemos intentado suavizarlas mediante pertenencias compartidas, compensatorias, no excluyentes. Nadie puede definirse con un adjetivo: español, catalán, francés, católico, protestante, musulmán. Todos somos mestizos.
JOSÉ ANTONIO MARINA

lunes, 14 de septiembre de 2015

REFUGIADOS

Hagánme el favor de leer atentamente este artículo. ¡Qué importante es conocer la Historia!


Los godos del emperador Valente

En el año 376 después de Cristo, en la frontera del Danubio se presentó una masa enorme de hombres, mujeres y niños. Eran refugiados godos que buscaban asilo, presionados por el avance de las hordas de Atila. Por diversas razones -entre otras, que Roma ya no era lo que había sido- se les permitió penetrar en territorio del imperio, pese a que, a diferencia de oleadas de pueblos inmigrantes anteriores, éstos no habían sido exterminados, esclavizados o sometidos, como se acostumbraba entonces. En los meses siguientes, aquellos refugiados comprobaron que el imperio romano no era el paraíso, que sus gobernantes eran débiles y corruptos, que no había riqueza y comida para todos, y que la injusticia y la codicia se cebaban en ellos. Así que dos años después de cruzar el Danubio, en Adrianópolis, esos mismos godos mataron al emperador Valente y destrozaron su ejército. Y noventa y ocho años después, sus nietos destronaron a Rómulo Augústulo, último emperador, y liquidaron lo que quedaba del imperio romano.

Y es que todo ha ocurrido ya. Otra cosa es que lo hayamos olvidado. Que gobernantes irresponsables nos borren los recursos para comprender. Desde que hay memoria, unos pueblos invadieron a otros por hambre, por ambición, por presión de quienes los invadían o maltrataban a ellos. Y todos, hasta hace poco, se defendieron y sostuvieron igual: acuchillando invasores, tomando a sus mujeres, esclavizando a sus hijos. Así se mantuvieron hasta que la Historia acabó con ellos, dando paso a otros imperios que a su vez, llegado el ocaso, sufrieron la misma suerte. El problema que hoy afronta lo que llamamos Europa, u Occidente (el imperio heredero de una civilización compleja, que hunde sus raíces en la Biblia y el Talmud y emparenta con el Corán, que florece en la Iglesia medieval y el Renacimiento, que establece los derechos y libertades del hombre con la Ilustración y la Revolución Francesa), es que todo eso -Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare, Newton, Voltaire- tiene fecha de caducidad y se encuentra en liquidación por derribo. Incapaz de sostenerse. De defenderse. Ya sólo tiene dinero. Y el dinero mantiene a salvo un rato, nada más.

Pagamos nuestros pecados. La desaparición de los regímenes comunistas y la guerra que un imbécil presidente norteamericano desencadenó en el Medio Oriente para instalar una democracia a la occidental en lugares donde las palabras Islam y Rais -religión mezclada con liderazgos tribales- hacen difícil la democracia, pusieron a hervir la caldera. Cayeron los centuriones -bárbaros también, como al fin de todos los imperios- que vigilaban nuestro limes. Todos esos centuriones eran unos hijos de puta, pero eran nuestros hijos de puta. Sin ellos, sobre las fronteras caen ahora oleadas de desesperados, vanguardia de los modernos bárbaros -en el sentido histórico de la palabra- que cabalgan detrás. Eso nos sitúa en una coyuntura nueva para nosotros pero vieja para el mundo. Una coyuntura inevitablemente histórica, pues estamos donde estaban los imperios incapaces de controlar las oleadas migratorias, pacíficas primero y agresivas luego. Imperios, civilizaciones, mundos que por su debilidad fueron vencidos, se transformaron o desaparecieron. Y los pocos centuriones que hoy quedan en el Rhin o el Danubio están sentenciados. Los condenan nuestro egoísmo, nuestro buenismo hipócrita, nuestra incultura histórica, nuestra cobarde incompetencia. Tarde o temprano, también por simple ley natural, por elemental supervivencia, esos últimos centuriones acabarán poniéndose de parte de los bárbaros.

A ver si nos enteramos de una vez: estas batallas, esta guerra, no se van a ganar. Ya no se puede. Nuestra propia dinámica social, religiosa, política, lo impide. Y quienes empujan por detrás a los godos lo saben. Quienes antes frenaban a unos y otros en campos de batalla, degollando a poblaciones enteras, ya no pueden hacerlo. Nuestra civilización, afortunadamente, no tolera esas atrocidades. La mala noticia es que nos pasamos de frenada. La sociedad europea exige hoy a sus ejércitos que sean oenegés, no fuerzas militares. Toda actuación vigorosa -y sólo el vigor compite con ciertas dinámicas de la Historia- queda descartada en origen, y ni siquiera Hitler encontraría hoy un Occidente tan resuelto a enfrentarse a él por las armas como lo estuvo en 1939.  Cualquier actuación contra los que empujan a los godos es criticada por fuerzas pacifistas que, con tanta legitimidad ideológica como falta de realismo histórico, se oponen a eso. La demagogia sustituye a la realidad y sus consecuencias. Detalle significativo: las operaciones de vigilancia en el Mediterráneo no son para frenar la emigración, sino para ayudar a los emigrantes a alcanzar con seguridad las costas europeas. Todo, en fin, es una enorme, inevitable contradicción. El ciudadano es mejor ahora que hace siglos, y no tolera cierta clase de injusticias o crueldades. La herramienta histórica de pasar a cuchillo, por tanto, queda felizmente descartada. Ya no puede haber matanza de godos. Por fortuna para la humanidad. Por desgracia para el imperio.

Todo eso lleva al núcleo de la cuestión: Europa o como queramos llamar a este cálido ámbito de derechos y libertades, de bienestar económico y social, está roído por dentro y amenazado por fuera. Ni sabe, ni puede, ni quiere, y quizá ni debe defenderse. Vivimos la absurda paradoja de compadecer a los bárbaros, incluso de aplaudirlos, y al mismo tiempo pretender que siga intacta nuestra cómoda forma de vida. Pero las cosas no son tan simples. Los godos seguirán llegando en oleadas, anegando fronteras, caminos y ciudades. Están en su derecho, y tienen justo lo que Europa no tiene: juventud, vigor, decisión y hambre. Cuando esto ocurre hay pocas alternativas, también históricas: si son pocos, los recién llegados se integran en la cultura local y la enriquecen; si son muchos, la transforman o la destruyen. No en un día, por supuesto. Los imperios tardan siglos en desmoronarse.

Eso nos mete en el cogollo del asunto: la instalación de los godos, cuando son demasiados, en el interior del imperio. Los conflictos derivados de su presencia. Los derechos que adquieren o deben adquirir, y que es justo y lógico disfruten. Pero ni en el imperio romano ni en la actual Europa hubo o hay para todos; ni trabajo, ni comida, ni hospitales, ni espacios confortables. Además, incluso para las buenas conciencias, no es igual compadecerse de un refugiado en la frontera, de una madre con su hijo cruzando una alambrada o ahogándose en el mar, que verlos instalados en una chabola junto a la propia casa, el jardín, el campo de golf, trampeando a veces para sobrevivir en una sociedad donde las hadas madrinas tienen rota la varita mágica y arrugado el cucurucho. Donde no todos, y cada vez menos, podemos conseguir lo que ambicionamos. Y claro. Hay barriadas, ciudades que se van convirtiendo en polvorines con mecha retardada. De vez en cuando arderán, porque también eso es históricamente inevitable. Y más en una Europa donde las élites intelectuales desaparecen, sofocadas por la mediocridad, y políticos analfabetos y populistas de todo signo, según sopla, copan el poder. El recurso final será una policía más dura y represora, alentada por quienes tienen cosas que perder. Eso alumbrará nuevos conflictos: desfavorecidos clamando por lo que anhelan, ciudadanos furiosos, represalias y ajustes de cuentas. De aquí a poco tiempo, los grupos xenófobos violentos se habrán multiplicado en toda Europa. Y también los de muchos desesperados que elijan la violencia para salir del hambre, la opresión y la injusticia. También parte de la población romana -no todos eran bárbaros- ayudó a los godos en el saqueo, por congraciarse con ellos o por propia iniciativa. Ninguna pax romana beneficia a todos por igual. 

Y es que no hay forma de parar la Historia. «Tiene que haber una solución», claman editorialistas de periódicos, tertulianos y ciudadanos incapaces de comprender, porque ya nadie lo explica en los colegios, que la Historia no se soluciona, sino que se vive; y, como mucho, se lee y estudia para prevenir fenómenos que nunca son nuevos, pues a menudo, en la historia de la Humanidad, lo nuevo es lo olvidado. Y lo que olvidamos es que no siempre hay solución; que a veces las cosas ocurren de forma irremediable, por pura ley natural: nuevos tiempos, nuevos bárbaros. Mucho quedará de lo viejo, mezclado con lo nuevo; pero la Europa que iluminó el mundo está sentenciada a muerte. Quizá con el tiempo y el mestizaje otros imperios sean mejores que éste; pero ni ustedes ni yo estaremos aquí para comprobarlo. Nosotros nos bajamos en la próxima. En ese trayecto sólo hay dos actitudes razonables. Una es el consuelo analgésico de buscar explicación en la ciencia y la cultura; para, si no impedirlo, que es imposible, al menos comprender por qué todo se va al carajo. Como ese romano al que me gusta imaginar sereno en la ventana de su biblioteca mientras los bárbaros saquean Roma. Pues comprender siempre ayuda a asumir. A soportar. 

La otra actitud razonable, creo, es adiestrar a los jóvenes pensando en los hijos y nietos de esos jóvenes. Para que afronten con lucidez, valor, humanidad y sentido común el mundo que viene. Para que se adapten a lo inevitable, conservando lo que puedan de cuanto de bueno deje tras de sí el mundo que se extingue. Dándoles herramientas para vivir en un territorio que durante cierto tiempo será caótico, violento y peligroso. Para que peleen por aquello en lo que crean, o para que se resignen a lo inevitable; pero no por estupidez o mansedumbre, sino por lucidez. Por serenidad intelectual. Que sean lo que quieran o puedan: hagámoslos griegos que piensen, troyanos que luchen, romanos conscientes -llegado el caso- de la digna altivez del suicidio. Hagámoslos supervivientes mestizos, dispuestos a encarar sin complejos el mundo nuevo y mejorarlo; pero no los embauquemos con demagogias baratas y cuentos de Walt Disney. Ya es hora de que en los colegios, en los hogares, en la vida, hablemos a nuestros hijos mirándolos a los ojos.

ARTURO PÉREZ-REVERTE - XL Semanal, 13/09/2015

Actualización, 15/09/2015:

domingo, 13 de septiembre de 2015

CATALANES EN ESPAÑA

Creo que este artículo de Santos Juliá en El País de hoy merece ser leído con toda atención. Más viniendo de un historiador, que debe conocer los antecedentes.

Fue ayer, aunque parece cosa del siglo XIX, cuando imperaba en Cataluña lo que Josep M. Fradera definió con toda exactitud como sentimiento de doble pertenencia: España era la nación y Cataluña, la patria de los catalanes. Y fue ayer, en abril de 1976, cuando Jordi Pujol, con ocasión de su primer viaje a Madrid como líder de Convergència Democràtica, dejó en un discurso pronunciado en el Ateneo una nueva y diferente versión de aquella doble pertenencia: "Queremos, ante todo, ser catalanes, y queremos de parte entera, desde nuestra catalanidad, ser españoles". España, añadió, "es para nosotros un país plurinacional. Y consecuentemente, Cataluña es, dentro del Estado español, una nacionalidad".

Cinco años después, como presidente de esa nacionalidad reconocida por vez primera como tal en una Constitución española, Jordi Pujol emprendió un viaje por tierras de Castilla y León con parada final en Madrid. Aquí, en Madrid, ahora en el Centre Català, pronunció un discurso en el que, a partir de una larga inmersión en la historia de Catalanes en España, derivó la existencia de unos "hechos permanentes" en los que habría de sostenerse una política para el presente con vistas a la construcción de otro futuro. El primero era, claro está, "la realidad catalana", basada en la lengua, la cultura, la conciencia histórica, el sentimiento y en "una determinada concepción de España"; el segundo, no menos permanente, consistía en "la inserción clara de esta realidad en el conjunto de España y la voluntad de intervenir política, económica, ideológicamente en ella, en España".

Entre estos dos discursos, la presencia y la acción de catalanes en Madrid fue determinante para el rumbo que siguió la transición a la democracia y la inmediata construcción del Estado de las autonomías. Ante todo, porque tras las vacilaciones de los primeros momentos, cuando dominaba entre los medios políticos burgueses de Cataluña la convicción de que sería más provechoso a los intereses catalanes iniciar conversaciones con el Gobierno más que formar un frente común con la izquierda española, Pujol accedió finalmente a incorporar su partido a la plataforma unitaria de la oposición, confirmando así que recuperación de libertades, amnistía y autonomía de nacionalidades y regiones eran en España los tres nombres de un mismo y común empeño: la democracia. No es posible olvidar, aunque tantos se dedican hoy a ensuciar aquel recuerdo, que el lema bajo el que avanzó la marcha a la democracia en España fue acuñado por catalanes y proclamado desde las pancartas de las dos grandes Diadas de 1976 y 1977: llibertat, amnistia, estatut d'autonomia.

Que el contenido de los discursos de Pujol no era pura retórica lo pusieron de manifiesto los diputados catalanes en el Congreso con su participación en la ponencia, la comisión y los plenos en que se debatió y aprobó la segunda Constitución democrática de nuestro siglo XX. El Estado español es hoy lo que es, para bien y para mal, debido en buena parte a la activa presencia de catalanes en España. Y no solo por sus propuestas en el debate constitucional, sino por la posterior práctica política del Gobierno de Cataluña, que tomó el camino de una relación exclusivamente bilateral con el Gobierno de España, en modo alguno predeterminado por una Constitución que igual podía haber servido para impulsar la construcción del nuevo Estado en el sentido federal que algunos catalanes —Jordi Solé, por ejemplo— esperaban, y otros catalanes —Jordi Pujol— temían.

Pues si la construcción del Estado no avanzó con decisión por la senda federal fue, sobre todo, porque desde que CiU asumió el poder en Cataluña toda su política se encaminó a reforzar y expandir lo diferencial de aquella realidad catalana que Pujol evocaba en sus discursos, es decir, a nacionalizar catalanamente a Cataluña, de tal manera que si los catalanes en España eran en cierta medida españoles, en Cataluña solo fueran catalanes. Para ese propósito era fundamental convertir al Gobierno catalán en interlocutor privilegiado del Gobierno español, una política que se consolidó cuando el PSOE o el PP necesitaron los votos de CiU para asegurar la estabilidad de sus Gobiernos. Catalanes en España adquirió así una dimensión no prevista por los constituyentes: la de que el Gobierno catalán se convirtiera en socio privilegiado del Gobierno español, fuera éste de izquierda o de derecha.

Esa política se mantuvo mientras duró el mutuo beneficio —el do ut des que le sirvió de base—, pero se extinguió en cuanto el caudal de transferencias agotó su flujo. Entonces comenzaron a multiplicarse los desencuentros: los Gobiernos centrales abusaron de las leyes de bases en sus intentos de recentralización y la Generalitat comenzó a diluir el segundo de los hechos permanentes: la inserción clara de la realidad catalana en el conjunto español. Primero fue la ensoñación de las cuatro naciones al modo yugoslavo, luego la Constitución que se había quedado estrecha, por último la malhadada sentencia del Constitucional sobre un estatuto aprobado por los Parlamentos catalán y español y ratificado en referéndum por los catalanes.

Con toda la acción política dirigida a reforzar el primer hecho permanente (realidad catalana), y esfumado el último resto de interés en mantener el segundo (inserta en España), era solo cuestión de tiempo y oportunidad el giro radical del poder catalán, que es un poder del Estado español, hacia la secesión. Y en verdad, no pudo haber ocurrido en condiciones más favorables para suscitar y alimentar por todos los medios que el poder público tiene a su alcance —instituciones, prensa, televisión, asociaciones parapolíticas— una gran movilización popular. No solo por la astucia derrochada al canalizar los movimientos de crecientes protestas en la calle contra las políticas corruptas de CiU y del Gobierno de la Generalitat desviándolas a una protesta general contra España, país extranjero, ladrón, expoliador; sino porque quienes así nacionalizaban y movilizaban sabían bien que la capacidad de respuesta del Gobierno central era nula y, en caso de que la hubiera, su resultado alimentaría siempre la corriente por la secesión: desde el estallido de la crisis económica y social, la deslegitimación de las instituciones políticas construidas desde la transición a la democracia ha sido galopante y difícilmente reversible si no se emprende una profunda reforma de todo el sistema.

Y así hemos llegado a lo que no pocos intelectuales catalanes rodean con el aura de la revolución cuando, en realidad, convertir en plebiscitarias unas elecciones autonómicas como eslabón de la cadena que conduce a la secesión constituye el preámbulo de la rebelión de un poder del Estado contra el Estado que le ha dado origen y lo ha consolidado y reforzado durante cuatro décadas sobre el doble supuesto de que existía una permanente realidad catalana diferenciada, inserta en una no menos permanente realidad española. Eso fue lo que Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, vino a decir en Madrid un día de noviembre de 1981, eso fue lo que todos los españoles —catalanes incluidos— creímos entonces, y eso mismo es lo que su heredero y sucesor, Artur Mas, presidente de la Generalitat, se dispone a dinamitar a partir de un día de septiembre de 2015.
SANTOS JULIÁ - El País, 13/09/2015

sábado, 12 de septiembre de 2015

RAUXA1

Contaba Juan Benet que en la mili tuvo un sargento vociferante que les daba lecciones de patriotismo. Haciéndose el lerdo, Benet le dijo que no entendía bien qué era eso. “¡Muy fácil! —rugió el sargento—. Imagina que te encuentras con un francés. ¿No te da rabia? Pues eso es patriotismo”. Tengo la sospecha de que éste es el tipo de patriotismo que manejan los nacionalistas en Cataluña, el de la rauxa ante ese tentetieso llamado “españolista” o “Madrit”, arrebato para el que luego buscan justificación en expolios inverosímiles y humillaciones prefabricadas. Dijo Montherlant que no deseamos a alguien por su belleza, sino que exigimos belleza para justificar nuestro deseo. Del mismo modo, los nacionalistas catalanes no detestan a España por los agravios sufridos, sino que la exigen agraviadora para justificar que la detesten.

Contra ese rechinar de dientes inducido, del que algunos esperan obtener dividendos políticos, poco pueden las dulzonas exhortaciones a que demostremos más cariño a los catalanes para compensar sus penas, como si fuesen esas desteñidas madonas que van a Sálvame para contar que buscaron amor y hallaron traición… cobrando por la confidencia. Desde Podemos, más libidinosos porque son modernos oficiales, predican que sólo la “seducción” será capaz de unir dentro del Estado a quienes quieren hacer rancho aparte. Rajoy debe apoyarse en el quicio de la mancebía y probar la caída de ojos, confiando en el atractivo hipster de su barba…

En semejante derroche sentimental de enfurruñamientos azuzados por domadores mediáticos y mimos por encargo de oportunistas azorados viene a quedar reducida la ciudadanía de un Estado de derecho en el siglo XXI. ¡Qué funesto camino! Como diría el sargento de Benet, cuando ves tanta majadería desfilar en carroza, ¿no te da rabia?
FERNANDO SAVATER, El País, 12/09/2015
1 Arrebato.

jueves, 3 de septiembre de 2015

EL FRACASO DE OCCIDENTE

Cuando queramos despertar será demasiado tarde.

El pequeño Aylan Kurdi, de nacionalidad siria, hallado en la playa de Bodrum, en la costa turca del mar Egeo - Fotografía: Nilüfer Demir (Reuters)
("La Humanidad se estrella en la costa")

El niño de la playa
Lo normal a los tres años es verlos en la orilla con el bañador y no vestidos. Lo normal es verlos dando saltos y no tumbados de este modo: boca abajo y de lado, como escuchando el latido de la tierra. Si es que ésta tiene todavía corazón.

Lo normal a los tres años es que te hagas el muerto y no que lo seas, que sea divertido mojarte, que prefieras las olas grandes a las pequeñas, que le pidas al hermano mayor que te entierre vivo para que saques la cabeza y después, con el cuerpo embadurnado en arena, corras muy deprisa hacia el mar.

Lo normal a los tres años es que poses para una foto en un lugar como este que ven y que nadie tenga que pixelarte la cara.

La fotografía de Nilüfer Demir ya forma parte del álbum migratorio de la infamia: un niño varado en la playa como si fuera un ballenato en pantalones cortos. Si querían una imagen que de verdad nos salpicara como el ácido, si querían una imagen evocadora del horror, aquí tienen una: para algunos críos el estío no es una tumbona; es una tumba.

Gallego & Rey - El Mundo, 03/09/2015

Cinco niños. Refugiados sirios. Ahogados en aguas turcas. Tratando de alcanzar la isla griega de Kos. Y este colofón que por fin nos lo explica todo: la imagen salvaje de este caído de pala y cubo.

¿Cuántos niños sin nombre se ha tragado ya el océano? ¿Llevaban una camiseta azul o una verde cuando se ahogaron? ¿Hicieron alguna vez un castillo de arena?

Me acuerdo de la subsahariana Josephine, que estuvo una semana dándole sus propios orines a su hija Chioma en una patera, de camino a Canarias, hasta que al séptimo día no resucitó. Me acuerdo de los que viven sin boya. Y también me acuerdo de aquella otra imagen cotidiana... Creo que tengo una foto tuya con una composición parecida, sólo que posando a gatas mirando al mar de Conil. Sonriendo. Lo normal a los tres años.

No vas a entender la fotografía. Pero quiero que la mires y no olvides una cosa: ya te he dicho mil veces, hijo, que en las playas de verano puede hacer un frío hondo y oscuro.
PEDRO SIMÓN - El Mundo, 03/09/2015

Ricardo - El Mundo, 03/09/2015

Quiero que todo el mundo vea lo que nos ha ocurrido en el país al que vinimos a refugiarnos de la guerra. Queremos que el mundo nos preste atención para que puedan impedir que esto les ocurra a otros. Que ellos [sus hijos y su esposa] sean los últimos.
ABDULLAH KURDI

Palabras de Nilüfer Demir


Actualización (06/09/2015):
Algunas razones del éxodo

lunes, 31 de agosto de 2015

VIVIR SU PROPIA VIDA, MORIR SU PROPIA MUERTE

   Tony Cicoria tenía cuarenta y dos años, hacía deporte y era fuerte. Había sido jugador de fútbol americano en la universidad y se había convertido en un cirujano ortopédico bien considerado en una pequeña ciudad al norte de Nueva York. Una tarde de otoño se hallaba en un pabellón junto al lago para una reunión familiar. El día era agradable, con brisa, pero observó unas cuantas nubes de tormenta a lo lejos; parecía que venía lluvia.
    Se fue a un teléfono público que había delante del pabellón para llamar a su madre (esto ocurrió en 1994, antes de la era de los teléfonos móviles). Aún recuerda cada segundo de lo que ocurrió a continuación: "Estaba hablando con mi madre por teléfono. Llovía un poco, se oyó un trueno a lo lejos. Mi madre colgó. El teléfono se encontraba a un paso de mí cuando me alcanzó. Recuerdo el destello de luz que salió del teléfono. Me golpeó en la cara. Lo siguiente que recuerdo era que volaba hacia atrás."
    A continuación -pareció vacilar antes de contármelo- "volé hacia adelante. Perplejo, miré a mi alrededor. Vi mi cuerpo en el suelo. Me dije: 'Mierda, estoy muerto'. Vi que la gente se reunía en torno al cuerpo. Vi una mujer -había estado esperando a mi lado para usar el teléfono- que se inclinaba sobre mi cuerpo, me hacía la resucitación cardiopulmonar [...] Floté escaleras arriba: mi conciencia venía conmigo. Vi a mis hijos, comprendí que no les pasaría nada. Luego me rodeó una luz blancoazulada, una enorme sensación de paz y bienestar. Lo mejor y lo peor de mi vida pasó ante mí a gran velocidad. Pero sin ninguna emoción [...], puro pensamiento, puro éxtasis. Tenía la percepción de estar acelerando, de que algo me atraía... de que había velocidad y dirección. Entonces, mientras me decía a mí mismo: 'Esta es la sensación más maravillosa que he tenido'... ¡PAM! Ya estaba de vuelta".

Y ustedes se preguntarán: ¿de qué literato es este texto, que parece que me suena?
Pues les diré que no es de ningún literato (aunque depende cómo se mire), sino de un científico, y uno de los más reputados y queridos. El autor es el neurólogo, escritor y divulgador Oliver Sacks, que acaba de fallecer en Nueva York a los 82 años. Aunque nacido en Londres de una familia judía ortodoxa y graduado en Oxford en 1958, desarrolló prácticamente toda su carrera en Estados Unidos, básicamente en Nueva York.
En sus ensayos trató de explicar qué es lo que hace único al ser humano, exponiendo sus observaciones no en términos puramente científicos, sino mostrando las experiencias individuales y los sentimientos de cada paciente. Esto se refleja nítidamente en sus libros, a medio camino entre la ciencia y la literatura, incluso la poesía, lo que ha hecho que sus seguidores sean legión, algo muy poco habitual en un científico.
Lúcido hasta el final, dejó esta despedida en el New York Times en febrero de este año, cuando supo que su cáncer no tenía remedio:

De mi propia vida
Hace un mes me encontraba bien de salud, incluso francamente bien. A mis 81 años, seguía nadando un kilómetro y medio cada día. Pero mi suerte tenía un límite: poco después me enteré de que tengo metástasis múltiples en el hígado. Hace nueve años me descubrieron en el ojo un tumor poco frecuente, un melanoma ocular. Aunque la radiación y el tratamiento de láser a los que me sometí para eliminarlo acabaron por dejarme ciego de ese ojo, es muy raro que ese tipo de tumor se reproduzca. Pues bien, yo pertenezco al desafortunado 2%.

Doy gracias por haber disfrutado de nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico inicial, pero ha llegado el momento de enfrentarme de cerca a la muerte. Las metástasis ocupan un tercio de mi hígado, y, aunque se puede retrasar su avance, son un tipo de cáncer que no puede detenerse. De modo que debo decidir cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda. Me sirven de estímulo las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David Hume, que, al saber que estaba mortalmente enfermo, a los 65 años, escribió una breve autobiografía, en un solo día de abril de 1776. La tituló De mi propia vida.

"Imagino un rápido deterioro", escribió. "Mi trastorno me ha producido muy poco dolor; y, lo que es aún más raro, a pesar de mi gran empeoramiento, mi ánimo no ha decaído ni por un instante. Poseo la misma pasión de siempre por el estudio y gozo igual de la compañía de otros".

He tenido la inmensa suerte de vivir más allá de los 80 años, y esos 15 años más que los que vivió Hume han sido tan ricos en el trabajo como en el amor. En ese tiempo he publicado cinco libros y he terminado una autobiografía (bastante más larga que las breves páginas de Hume) que se publicará esta primavera; y tengo unos cuantos libros más casi terminados.

Hume continuaba: "Soy... un hombre de temperamento dócil, de genio controlado, de carácter abierto, sociable y alegre, capaz de sentir afecto pero poco dado al odio, y de gran moderación en todas mis pasiones".

En este aspecto soy distinto de Hume. Si bien he tenido relaciones amorosas y amistades, y no tengo auténticos enemigos, no puedo decir (ni podría decirlo nadie que me conozca) que soy un hombre de temperamento dócil. Al contrario, soy una persona vehemente, de violentos entusiasmos y una absoluta falta de contención en todas mis pasiones.

Sin embargo, hay una frase en el ensayo de Hume con la que estoy especialmente de acuerdo: "Es difícil", escribió, "sentir más desapego por la vida del que siento ahora".

En los últimos días he podido ver mi vida igual que si la observara desde una gran altura, como una especie de paisaje, y con una percepción cada vez más profunda de la relación entre todas sus partes. Ahora bien, ello no significa que la dé por terminada.

Por el contrario, me siento increíblemente vivo, y deseo y espero, en el tiempo que me queda, estrechar mis amistades, despedirme de las personas a las que quiero, escribir más, viajar si tengo fuerza suficiente, adquirir nuevos niveles de comprensión y conocimiento.

Eso quiere decir que tendré que ser audaz, claro y directo, y tratar de arreglar mis cuentas con el mundo. Pero también dispondré de tiempo para divertirme (e incluso para hacer el tonto).

De pronto me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. Debo dar prioridad a mi trabajo, a mis amigos y a mí mismo. Voy a dejar de ver el informativo de televisión todas las noches. Voy a dejar de prestar atención a la política y los debates sobre el calentamiento global.

No es indiferencia sino distanciamiento; sigo estando muy preocupado por Oriente Próximo, el calentamiento global, las desigualdades crecientes, pero ya no son asunto mío; son cosa del futuro. Me alegro cuando conozco a jóvenes de talento, incluso al que me hizo la biopsia y diagnosticó mis metástasis. Tengo la sensación de que el futuro está en buenas manos.

Soy cada vez más consciente, desde hace unos 10 años, de las muertes que se producen entre mis contemporáneos. Mi generación está ya de salida, y cada fallecimiento lo he sentido como un desprendimiento, un desgarro de parte de mí mismo. Cuando hayamos desaparecido no habrá nadie como nosotros, pero, por supuesto, nunca hay nadie igual a otros. Cuando una persona muere, es imposible reemplazarla. Deja un agujero que no se puede llenar, porque el destino de cada ser humano —el destino genético y neural— es ser un individuo único, trazar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte.

No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores.

Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

domingo, 23 de agosto de 2015

NADA POR AQUÍ, NADA POR ALLÁ, O LA CIENCIA COMO MAGIA

¿Cuántas veces, en momentos comprometidos, ha deseado usted que le tragase la tierra? O, dicho de otro modo, ¿cuántas veces le hubiese gustado ser invisible, aunque fuese por un momento? Pues, cuidado, porque sus deseos están en un tris de hacerse realidad.

En 2003, el matemático chileno Gunther Uhlmann, doctor en Matemáticas por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, postdoctorado en Harvard y ganador del premio Bôcher, uno de los principales galardones de la Sociedad Estadounidense de Matemáticas, publicó un estudio científico en el que detallaba las ideas teóricas de la invisibilidad (¡!) Sirviéndose de ecuaciones matemáticas (¡Ah, las Matemáticas, base de todo...!), Gunther consiguió definir las propiedades que debería tener un material para que no absobiera ni reflejara la luz y, por tanto, fuese invisible. "La técnica consiste en hacer una capa de invisibilidad a lo Harry Potter, que tenga propiedades tales que puedan desviar la luz, de manera que lo que haya adentro sea invisible para el ojo humano", dice el ¿visionario? Uhlmann. Naturalmente, ese tipo de material no se encuentra en la naturaleza. Para conseguirlo sería necesario crear lo que el matemático bautizó como "un agujero blanco", que permitiera desviar los rayos de luz de tal manera que al observador le pareciese estar delante de un espacio vacío. En este sentido, es clave el concepto de refracción, o cambio de dirección que experimenta una onda al pasar de un medio material a otro. Parece que Uhlmann y su equipo de investigadores han logrado acotar las condiciones necesarias para generar el índice de refracción que permita convertir un objeto en invisible para el ojo humano. Gunther asegura que este concepto, propio de la ciencia ficción, ya es una realidad, y que además su desarrollo permitirá crear "mantos de inhibición sísmica" para proteger a las ciudades de los terremotos. Si viviese H. G. Wells estaría encantado.
Podría parecer que Gunther Uhlmann es un iluminado ("La ciencia está mucho más cerca de la magia de lo que nos imaginamos", dice) y que quiere sacar provecho de sus sorprendentes investigaciones, pero no: Uhlmann es defensor a ultranza del libre acceso a la ciencia, de modo que nunca ha patentado sus descubrimientos. "Me parece que los descubrimientos pertenecen a todo el mundo y no a mí particularmente: uno es producto de la sociedad en la que vive. ¿Por qué algo que salió de eso va a ser patentado? La ciencia tiene que estar disponible para el todo el mundo", dice el bueno de Uhlmann.
Veremos lo que da de sí y cómo se utiliza (esa es otra) esta investigación, que por cierto no es ninguna tontería, aunque a quienes no están familiarizados con la ciencia se lo parezca. Mejor dicho, si todo sigue su curso, no veremos. Es igual, como diría el castizo, para lo que hay que ver...

lunes, 27 de julio de 2015

HUESOS

ME PREGUNTO desde hace tiempo a qué cuento macabro viene esa manipulación ideológica que alienta la busca y captura de huesos literarios de postín, progresistas o rancios, cuando sabido es que aquí los escritores ofrecen magros réditos políticos. A qué atiende esa afición siniestra, pongo por caso, a excavar el subsuelo para que vuelvan con nosotros Federico García Lorca o Miguel de Cervantes o a reclamar que los franceses nos devuelvan los desventurados huesos, muy españoles y muy jacobinos, de Antonio Machado. Me cuesta mucho entender este frenesí excavador para convertir España en una sinécdoque de Atapuerca, y de que, ya puestos, nos gobierne algún paleontólogo y de que nuestro territorio se convierta en una sima de los huesos.

Quiera Dios así que el erario del Gobierno, de la Comunidad y del Consistorio madrileño acabe con esa sopa boba del espectacular levantamiento de los huesos de Miguel de Cervantes y de otros que pueda haber. Que se invierta ese dinero en subvencionar el fomento de la lectura o la investigación en prótesis manuales, por ejemplo, y que nuestro manco de Lepanto descanse en paz bajo la tierra. Y más ahora que Francisco Rico, el rey Midas de la filología española, ha declarado con seso que no piensa utilizar los metacarpos del autor del Quijote como gadgets en su ¿verdaderamente última? edición de ese libro inmortal.

Siempre que se trata de exhumar cadáveres, mi subconsciente eleva el pensamiento hasta los judíos y jodidos huesos ¿portbouenses, catalanes, españoles, berlineses o alemanes? de Walter Benjamin, que este próximo 26 de septiembre cumplen 75 años mal enterrados y desparramados en Portbou (Gerona), y en cuál será su destino final si la coalición secesionista gana las elecciones plebiscitarias y si Podemos vence en los comicios generales de otoño. Tengo el sueño de que si el ala más estética (los benjaminianos) de Podemos manda en la cultura estatal, y Cataluña sigue siendo España, va a ser muy activa en la prosecución de lo que quede bajo tierra de Walter Benjamin, para así poder ilustrar con los restos de su cráneo los dos exigentes volúmenes de los Pasajes, monstruos capitales de la filosofía del siglo XX.

Desde la recuperación de la democracia en España, las ofrendas a Walter Benjamin se han hecho tan habituales en Portbou como los devastadores incendios forestales que tiñen de betún el mismo mar de todos los veranos. Cuando de la recuperación de un puñado de huesos sin tuétano se habla, por más pedigrí intelectual que tengan y por más dosis de memoria histórica (real o ficticia) que se les insufle, al cabo uno no puede más que traer a colación el humor jocoso de La Trinca: "Y aquí descansan los huesos / de uno que los tenía muy gruesos". Tan negra como las canciones del trío catalán es la ruta del exilio de las montañas de Portbou, singularmente el antiguo paso fronterizo que media entre el Coll dels Belitres y el Coll de Rumpisó, donde los matorrales chamuscados estío tras estío (también éste) son una siniestra metáfora de la tierra quemada y baldía del infernal éxodo republicano y del oscuro periplo del sabio alemán, sin que le importe a nadie.

Quienes nacimos y crecimos en este pueblo estamos tan acostumbrados a descargar la adrenalina practicando el hoy tan de moda trail running crepuscular por el último camino de Walter Benjamin como ayudando a los bomberos frente a las agresivas llamas del fuego mediterráneo por ese mismo paso; y, en horas de relajación, ejerciendo de guías improvisados y un pelín caraduras por esos escenarios de la memoria para flâneurs amigos y conocidos que saben o que no saben quién demonios es y era ese filósofo universal y pronuncian su nombre y apellido en una cateta mezcla angloespañola o anglocatalana.

Toda esta buena gente está dispuesta a acercarse a Colliure para rendir honores a Antonio Machado, a pesar de que no ha leído ni piensa leer un verso de Campos de Castilla o la primera línea de Juan de Mairena, ni sabe ni le interesa saber si el poeta nació en Sevilla o vivió en Soria ni por qué está enterrado en ese municipio francés. Es esa una propuesta que enciende a quienes nos hemos especializado desde chicos en el cementerio de Portbou, que conocemos sin navegadores no sólo la prosaica ubicación de nuestros familiares difuntos sino también a nuestro muerto más ilustre, la elogiosa descripción de Hannah Arendt, los diversos enclaves de la fosa común, el túmulo de las monjas benedictinas del santo sacramento o el rincón discreto de Rafael Santos Torroella junto a los inquietantes nichos de masones con compases invertidos.

Y, cómo no, todos los macabros detalles sobre las últimas horas morfinómanas de Walter Benjamin, con tanto glamour novelesco como el morboso armario de Ludwig Wittgenstein, un episodio con muchas capas de cebolla que está esperando todavía su Javier Cercas.

Por eso, los autóctonos seguimos y agradecemos desde siempre las meritorias iniciativas para recuperar más y mejor su vida y su muerte encriptada que su obra críptica: en lo político, las placas conmemorativas descubiertas por el primer ayuntamiento democrático y las sucesivas apariciones de Jordi Pujol en helicóptero y en chapurreado alemán; en lo cultural, las nuevas traducciones de la editorial Abada, la biografía de Bruno Tackels, los artículos de Stephen Schwartz o Stuart Jeffries, la revista de Josep Ramoneda, los seminarios de Jordi Llovet, las elucubraciones de Reyes Mate, las crónicas de Josep Playà, la tesis de Eduardo Maura, el monumento de Dani Karavan, la ópera que anuncia Antoni Ros Marbà y cualquier otra película de quienes nos han hecho creer sin mala fe que la maleta y los despojos de este mito absoluto están muy bien roídos en Alemania.

Así que cuando los nativos de Portbou, con todo el complejo de inferioridad mental que arrastramos, por meridionales y por rústicos, nos dejamos caer peregrinamente por Berlín, primero por la globalizada Avenida de los Tilos y después por algunos rincones del barrio judío, la Nueva Sinagoga y otros parajes por los que trasegó sus huesos vivos Walter Benjamin, descubrimos con estupor que un guía profesional, un bibliotecario u otros berlineses con presunción de cultivados europeos no tienen pajolera idea de quién es ese judío alemán insigne, y no acaso porque los extranjeros profieran su nombre en spanglish, ni de qué narices es esa cosa de los Pasajes.

ESTOS MESES algunos medios de comunicación ya han advertido y jaleado que se están montando algunas "iniciativas privadas para suplir la desidia institucional" para volver a celebrar "el adiós de Benjamin en Portbou". Dicen los expertos que la coincidencia con las elecciones autonómicas catalanas, fijadas para el 27 de septiembre, el día siguiente del aniversario, va a capar los recursos y restar protagonismo a la efeméride, así que es posible que el coco alemán se quede sin el acostumbrado homenaje quinquenal.

¡Qué triste va a ser que la agenda del Mas más mesiánico le impida el ritual de la visita funeraria, siendo ese día jornada de reflexión! ¡Qué grave va a ser que la desconexión de Cataluña tenga que pasar por el ninguneo del berlinés y que no sepamos quién será en el futuro el usufructuario de sus huesos! ¡Qué pena nos da no poder disponer de los dineros de un Gobierno tan culto como el de Podemos!

Mientras tanto, junto al pedrusco funerario de Walter Benjamin y al gris del mármol mate empiezan a verse lápidas de colores vistosos con mezclas de bandera cuatribarrada y estelada, que confieren al conjunto un insólito aire carnavalesco, un documento de la incultura que lo es, sobre todo, de la barbarie. Veremos en qué bando quedan finalmente los huesos del filósofo si la independencia de Cataluña empieza en el cementerio de Portbou y quién se los acabará mondando.
MANEL MARTOS, doctor en Humanidades - El Mundo, 27-07-2015