Chuck Berry - The Legend

miércoles, 14 de enero de 2015

TRATADO SOBRE LA TOLERANCIA/ 3 - VOLTAIRE



CAPÍTULO VI

De si la intolerancia es de derecho natural y de derecho humano

    El derecho natural es el que la naturaleza indica a todos los hombres. Habéis criado a vuestro hijo, os debe respeto como padre y gratitud como bienhechor. Tenéis derecho a los produc­tos de la tierra que habéis cultivado con vuestras manos. Habéis hecho y habéis recibido una promesa, debe ser cumplida.
    El derecho humano no puede estar basado en ningún caso más que sobre este derecho natural; y el gran principio, el prin­cipio universal de uno y otro es, en toda la tierra: "No hagas lo que no quisieras que te hagan." No se comprende, por lo tanto, según tal principio, que un hombre pueda decir a otro: "Cree lo que yo creo y lo que no puedes creer, o perecerás." Esto es lo que se dice en Portugal, en España, en Goa. En otros países se contentan con decir efectivamente: "Cree o te aborrezco; cree o te haré todo el daño que pueda; monstruo, no tienes mi religión, por lo tanto no tienes religión: debes inspirar horror a tus veci­nos, a tu ciudad, a tu provincia."
   Si conducirse así fuese de derecho humano, sería preciso que el japonés detestase al chino, el cual execraría al siamés; éste perseguiría a los gangaridas que se abatirían sobre los habitan­tes del Indo; un mogol arrancaría el corazón al primer malabar que encontrase; el malabar podría degollar al persa, que podría asesinar al turco; y todos juntos se arrojarían sobre los cristianos que durante tanto tiempo se han devorado unos a otros.
    El derecho de la intolerancia es, por lo tanto, absurdo y bárbaro: es el derecho de los tigres, y es mucho más horrible, porque los tigres sólo matan para comer, y nosotros nos hemos exterminado por unos párrafos.

CAPÍTULO VII

De si la intolerancia ha sido conocida de los griegos

    Los pueblos de los que la historia nos ha dejado algunos débiles conocimientos han considerado, todos, sus diferentes religiones como nudos que los unían: era una asociación, tanto entre los dioses como entre los hombres. Cuando un extranjero llegaba a una ciudad, empezaba por adorar a los dioses del país. [...] Los troyanos elevaban sus plegarias a los dioses que luchaban en favor de los griegos.
    Alejandro fue a consultar en los desiertos de Libia al dios Ammon, a quien los griegos dieron el nombre de Zeus y los lati­nos el de Júpiter1, aunque tanto unos como otros tuviesen su Júpiter y su Zeus en sus respectivos países. Cuando se sitiaba una ciudad se oraba y se hacía un sacrificio a sus dioses para tenerlos propicios. De esta suerte, aun incluso en la guerra, la religión unía a los hombres y suavizaba a veces sus furores, aun­que otras les ordenase cometer actos inhumanos y terribles.
    Tal vez me equivoque; pero me parece que de todos los antiguos pueblos civilizados, ninguno ha puesto trabas a la libertad de pensar. Todos tenían una religión; pero me parece que la usaban con los hombres del mismo modo que con sus dioses: todos reconocían un dios supremo, pero le asociaban una cantidad prodigiosa de divinidades inferiores; sólo tenían un culto, pero permitían una multitud de sistemas particulares.
    A los griegos, por ejemplo, por muy religiosos que fuesen, les parecía bien que los epicúreos negasen la Providencia y la existencia del alma2. [...]
    Un hombre honrado, que no es enemigo ni de la razón ni de la literatura, ni de la probidad, ni de la patria, al justificar hace poco la matanza de la noche de San Bartolomé3, cita la guerra de los focenses, llamada guerra sagrada, como si esta guerra hubiese sido encendida en favor del culto, del dogma, de los argumentos de la teología; se trataba de saber a quién debía pertenecer un campo: es el motivo de todas las guerras. Unos haces de trigo no son un símbolo de creencia; jamás ciudad griega alguna luchó por opiniones. Por otra parte, ¿qué pretende ese hombre modesto y dulce? ¿Quiere que hagamos una guerra sagrada?
VOLTAIRE

 1 Alejandro Magno visitó el oráculo de Amón en el oasis libio de Siwah nada más fundar Alejandría. El dios Amón era repre­sentado en Grecia con la cabeza de Zeus y los cuernos encorvados de un carnero. Zeus logró no ser devorado por su padre Cronos (el tiempo) y se convirtió en el patriarca de los dioses del Olimpo. Júpiter es la versión romana de Zeus, el mejor y más grande de todas las divinidades.
 2 Epicuro (341-271 a.C.), el filósofo griego que fundó la escuela epicúrea, suscribe la teoría de Demócrito, según la cual el mundo está formado por átomos y todo cambio no consiste sino en la reordenación de dichas partículas. En este contexto no cabe un alma inmortal, pues tal cosa sólo será también un mero cúmulo de átomos que perecerá junto al cuerpo, ni tampoco hay lugar alguno para la providencia, ya que los dioses no se paran a pensar en el ser humano, al no intervenir en el curso natural del mundo. Su propósito era lograr una felicidad basada en comprender la naturaleza, una dirección sabia de la vida que debía lograrse al eliminar toda supersti­ción. ¿Cuál es la razón para temer a la muer­te, por ejemplo, si ella sólo comparece cuan­do yo ya me he ausentado? -argumentaba Epicuro.
 3 Muy probablemente se refiere al abate de Caveyrac y a su Apología de Luis XIV sobre la revocación del Edicto de Nantes, con una diserta­ción de la jornada de San Bartolomé (1758).

Continuará...

lunes, 12 de enero de 2015

TRATADO SOBRE LA TOLERANCIA/ 2 - VOLTAIRE


CAPÍTULO V

De cómo la tolerancia puede ser admitida

    [...]Alemania sería un desierto cubierto por los huesos de los católicos, de los evangelistas, de los reformados, de los anabaptistas, que se habrían degollado unos a otros, si la paz de Westfalia1 no hubiese procurado, por fin, la libertad de conciencia.
   Tenemos judíos en Burdeos, en Metz, en Alsacia; tenemos luteranos, molinistas, jansenistas: ¿no podemos soportar y aceptar la presencia de calvinistas poco más o menos en las mismas condiciones en que los católicos son tolerados en Lon­dres? Cuantas más sectas hay, menos peligrosa es cada una de ellas; la multiplicidad las debilita, todas son reprimidas por leyes justas que prohíben las asambleas tumultuosas, las in­jurias, las sediciones, y que siempre están en vigor por la fuer­za coactiva. [...]
    Hubo un tiempo en que se creyó obligatorio promulgar decretos contra los que enseñaban una doctrina contraria a las categorías de Aristóteles2, al horror al vacío, a las quintaesen­cias y al universal de la parte de la cosa. Tenemos en Europa más de cien volúmenes de jurisprudencia sobre la brujería, y sobre la manera de distinguir los falsos brujos de los verda­deros. La excomunión de los saltamontes y de los insectos noci­vos para las cosechas ha sido empleada profusamente y todavía subsiste en algunos rituales. La costumbre ha caducado; se deja en paz a Aristóteles, a los brujos y a los saltamontes. Los ejem­plos de esas graves locuras, en otros tiempos tan importantes, son incontables: se producen otras de vez en cuando; pero cuan­do han producido su efecto, cuando se está harto de ellas, mue­ren por sí mismas. Si a alguien se le ocurriese hoy día ser carpocrático, o eutiquiano, o monotelita, o monofisita, o nesto­riano, o maniqueo, etc., ¿qué sucedería? Se reirían de él, como de un hombre vestido a la antigua, con gola y jubón.
    La nación empezaba a entreabrir los ojos cuando los jesui­tas Le Tellier y Doucin fabricaron la bula Unigenitus que envia­ron a Roma: creyeron estar todavía en aquellos tiempos de igno­rancia en que los pueblos aceptaban sin examen las aserciones más absurdas. Se atrevieron a proscribir esta proposición que es de una verdad universal en todos los casos y en todos los tiem­pos: "El temor a una excomunión injusta no debe impedir el cumplimiento del deber." Era proscribir la razón, las libertades de la Iglesia galicana y el fundamento de la moral; era decir a los hombres: "Dios os ordena que no hagáis nunca vuestro deber, si ello os hace temer la injusticia." Jamás se ha atacado al sentido común más descaradamente. Los consultores de Roma no se dieron cuenta de ello. Se persuadió a la corte de Roma de que aquella bula era necesaria y que la nación la deseaba; fue firma­da, sellada y enviada: conocemos las consecuencias; segura­mente, si se hubieran previsto, se habría suavizado la bula. Las disputas han sido vivas; la prudencia y la bondad del rey las han apaciguado finalmente. [...]
    Por lo tanto, estos tiempos de desgana, de saciedad, o más bien de razón, son los que podemos aprovechar como época y garantía de tranquilidad pública. La controversia es una enfermedad epidémica que se halla en sus finales, y esa peste, de la que estamos curados, no pide más que un régimen suave. Finalmente, el interés del Estado consiste en que los hijos expatriados vuelvan con modestia a la casa de su padre: el humanitarismo lo pide, la razón lo aconseja y la política no lo puede temer.   
VOLTAIRE

1 La "paz de Westfalia", sellada en la locali­dad westfaliana de Münster, puso fin en 1648 a la guerra de los Treinta Años.
2 Aristóteles (382-324 a.C.), filósofo griego a quien se apoda El Estagirita por haber nacido en la ciudad macedónica de Estagira. Tras estudiar en la Academia de Platón durante veinte años, llegó a ser el preceptor de Ale­jandro Magno. Cuando regresó a Atenas fundó el Liceo, donde las lecciones eran impartidas paseando con los discípulos bajo un recinto cubierto (peripatos), razón por la cual recibieron el nombre de peripatéticos. Entre sus escritos más conocidos cabría citar la Ética a Nicomaco, la Política o la Metafisica. Las Categorías constituyen el primer tratado de su Organon o conjunto de estudios sobre lógica. La escolástica medieval creó un culto cuasirreligioso hacia su ingente obra y du­rante mucho tiempo contradecir sus doctri­nas implicaba un anatema, tal como recuerda Voltaire aquí.

Continuará...

sábado, 10 de enero de 2015

TRATADO SOBRE LA TOLERANCIA/ 1 - VOLTAIRE



CAPITULO IV

De si la tolerancia es peligrosa y en qué pueblos está permitida

    [...] El furor que inspiran el espíritu dogmático y el abuso de la religión cristiana mal entendida ha derramado tanta sangre, ha producido tantos desastres en Alemania, en Inglaterra, e inclu­so en Holanda, como en Francia: sin embargo, hoy día, la dife­rencia de religión no causa ningún disturbio en aquellos Esta­dos; el judío, el católico, el griego, el luterano, el calvinista, el anabaptista, el sociniano, el menonita, el moravo, y tantos otros, viven fraternalmente en aquellos países y contribuyen por igual al bienestar de la sociedad.
    Ya no se teme en Holanda que las disputas de un Gomar sobre la predestinación motiven la degollación del Gran Pensio­nario1. Ya no se teme en Londres que las querellas entre presbi­terianos y episcopalistas acerca de una liturgia o una sobrepelliz derramen la sangre de un rey en un patíbulo. Irlanda, poblada y enriquecida, ya no verá a sus ciudadanos católicos sacrificar a Dios, durante dos meses, a sus ciudadanos protestantes, ente­rrarlos vivos, colgar a las madres de cadalsos, atar a las hijas al cuello de sus madres para verlas expirar juntas; abrir el vientre a las mujeres encintas, extraerles a los hijos a medio formar para echárselos a comer a los cerdos y los perros; poner un puñal en la mano de sus prisioneros atados y guiar su brazo hacia el seno de sus mujeres, de sus padres, de sus madres, de sus hijos, ima­ginando convertirlos en mutuos parricidas y hacer que se con­denen al mismo tiempo que los exterminan a todos. Esto es lo que cuenta Rapin-Thoiras, oficial en Irlanda, casi nuestro con­temporáneo; esto es lo que relatan todos los anales, todas las historias de Inglaterra y que, sin duda, jamás será imitado. La filosofía, la sola filosofía, esa hermana de la religión, ha desar­mado manos que la superstición había ensangrentado tanto tiempo; y la mente humana, al despertar de su ebriedad, se ha asombrado de los excesos a que la había arrastrado el fanatismo. [...]
    Salgamos de nuestra pequeña esfera y examinemos el resto de nuestro globo. El Gran Señor gobierna en paz veinte pueblos de diferentes religiones; doscientos mil griegos viven en seguridad en Constantinopla; el propio muftí nombra y pre­senta al emperador al patriarca griego; se tolera a un patriarca latino. El sultán nombra obispos latinos para algunas islas de Grecia y he aquí la fórmula que emplea: "Le mando que vaya a residir como obispo a la isla de Quío, según su antigua costum­bre y sus vanas ceremonias." Este imperio está lleno de jacobi­tas, nestorianos, monotelitas; hay coptos, cristianos de San Juan, judíos, guebros, banianos. Los anales turcos no hacen mención de ningún motín provocado por alguna de esas religiones. [...]
    Es cierto que el gran emperador Yung-Chêng, el más sabio y el más magnánimo que tal vez haya tenido China, ha expulsado a los jesuitas; pero esto no lo hizo por ser intolerante; fue, al contra­rio, porque lo eran los jesuitas. Ellos mismos citan, en sus Cartas curiosas, las palabras que les dijo aquel buen príncipe: "Sé que vuestra religión es intolerante; sé lo que habéis hecho en Manila y en el Japón; habéis engañado a mi padre; no esperéis engañarme a mí." Léanse todos los razonamientos que se dignó hacerles, se le encontrará el más sabio y el más clemente de los hombres. ¿Podría, en efecto, permitir la permanencia en sus Estados de unos físicos de Europa que, con el pretexto de mostrar unos termóme­tros y unas eolipilas a la corte, habían sublevado ya contra él a uno de los príncipes de la sangre? ¿Y qué habría dicho ese emperador si hubiese leído nuestras historias, si hubiese conocido nuestros tiempos de la Liga y de la conspiración de las pólvoras?
    Le bastaba con estar informado de las indecentes querellas de los jesuitas, de los dominicos, de los capuchinos, del clero secular, enviados desde el fin del mundo a sus Estados: venían a predicar la verdad y se anatematizaban unos a otros. El empe­rador no hizo, por tanto, más que expulsar a unos perturbado­res extranjeros: ¡pero con qué bondad los despidió! ¡Qué cuida­dos paternales tuvo con ellos para su viaje y para impedir que les molestasen en el trayecto! Su propio destierro fue un ejem­plo de tolerancia y humanidad.
  Los japoneses eran los más tolerantes de todos los hom­bres: doce religiones pacíficas estaban establecidas en su impe­rio; los jesuitas vinieron a ser la decimotercera, pero pronto, al no querer ellos tolerar ninguna otra, ya sabemos lo que sucedió: una guerra civil, no menos horrible que la de la Liga, asoló el país. La religión cristiana fue ahogada en ríos de sangre; los japoneses cerraron su imperio al resto del mundo y nos consi­deraron como bestias feroces, semejantes a aquellas de que los ingleses han limpiado su isla. En vano el ministro Colbert, com­prendiendo la necesidad que tenemos de los japoneses, que para nada nos necesitan a nosotros, intentó establecer un comer­cio con su imperio: los halló inflexibles.
    Así pues, nuestro continente entero demuestra que no se debe ni predicar ni ejercer la intolerancia.
  Volved los ojos hacia el otro hemisferio; ved la Carolina, de la que el prudente Locke2 fue legislador: bastan siete padres de familia para establecer un culto público aprobado por la ley; tal libertad no ha hecho surgir ningún desorden. ¡Dios nos libre de mencionar este ejemplo para incitar a Francia a imitarlo! Sólo se cita para hacer ver que el mayor exceso a que pueda llegar la tolerancia no ha sido seguido de la más leve disensión; pero aquello que es muy útil y bueno en una colonia naciente no es conveniente en un viejo reino.
   ¿Qué diremos de los primitivos que han sido apodados cuáqueros3 por burla y que, con costumbres tal vez ridículas, han sido tan virtuosos y han enseñado inútilmente la paz al resto de la humanidad? Alcanzan el número de cien mil en Pen­silvania; la discordia, la controversia, son ignoradas en la feliz patria que ellos se han creado y el mero nombre de su ciudad de Filadelfia4, que les recuerda en todo momento que los hombres son hermanos, es el ejemplo y la vergüenza de los pueblos que todavía no conocen la tolerancia.
    En fin, esta tolerancia no ha provocado jamás una guerra civil; la intolerancia ha cubierto la tierra de matanzas. ¡Júzguese ahora, entre esas dos rivales, entre la madre que quiere que se degüelle a su hijo y la que lo entrega con tal de que viva!5
    No hablaré aquí más que del interés de las naciones; y res­petando, como debo, la teología, no considero en este artículo más que el bien físico y moral de la sociedad. Suplico a todo lec­tor imparcial que sopese estas verdades, que las certifique, que las extienda. Los lectores atentos, que se comunican sus pensa­mientos, van siempre más lejos que el autor.
VOLTAIRE

1  "Gran Pensionario" era llamado el titular del poder ejecutivo en Holanda; dicho título fue utilizado primero por los gobernadores de las provincias y luego por los jefes mili­tares de la Unión, especialmente por los príncipes de Orange. El Gran Pensionario Barneveldt fue decapitado en 1619 por no querer suscribir las tesis de François Gomar, quien había polemizado con el teólogo holandés Arminio (1560-1609) para defen­der la doctrina calvinista de la predestina­ción, según la cual Dios ya habría decretado desde siempre quién debía salvarse o con­denarse. 
2  El filósofo inglés John Locke (1632-1704), a cuyo decidido elogio dedica Voltaire la decimotercera de sus Cartas filosóficas, es recordado aquí, no tanto como el autor del Ensayo sobre el entendimiento humano, sino como quien concibiera la Carta sobre la tole­rancia, obra escrita entre 1685 y 1686, mien­tras estaba exilado en Holanda. En este opúsculo, redactado poco antes de la re­volución inglesa de 1688 y, por lo tanto, de que un reino protestante separase del trono al católico e intolerante Jacobo II, Locke aboga por distinguir entre los ámbitos de la comunidad política y la sociedad religio­sa, proponiendo establecer una separación radical entre las funciones de la Iglesia y el Estado. 
3  Como bien se dice aquí, la palabra "cuá­quero" no es más que una chanza, pues es el mote que le pusieron sus detractores al fun­dador de la secta, William Fox, por sostener éste que oír el simple nombre de Dios le hacía estremecerse; eso es exactamente lo que sig­nifica el término inglés del que procede cuá­quero: "alguien que tiembla" (quaker). Sin embargo, la broma hizo fortuna y la Sociedad de Amigos o Hijos de la Luz (pues así es como se bautizaron a sí mismos los primitivos par­tidarios de Fox) pasaron a ser universalmen­te conocidos como cuáqueros, quienes deci­dieron abandonar Inglaterra para trasladarse a Norteamérica bajo la dirección de William Penn, fundador de Pennsylvania. Contrarios a la violencia, también rechazaban el bautis­mo, la comunión y los juramentos, al igual que no practicaban culto externo alguno ni reconocían una jerarquía eclesiástica. Todo esto lo explica Voltaire tanto en sus Cartas inglesas, donde las cuatro primeras están consagradas a los cuáqueros, como en su Diccionario filosófico. El pacifismo del que hacían gala le parecía un dechado de tole­rancia. 
4  Las dos palabras griegas que componen el nombre de la ciudad de "Filadelfia" signifi­can respectivamente "amigo" y "hermano". Amigo de los hermanos es la denominación que Vol­taire prefiere para designar a los cuáqueros, tal como confiesa en la voz correspondiente de su Diccionario filosófico
5   Se alude aquí al célebre Juicio de Salomón. Como se sabe, dos madres acudieron al rey Salomón para reclamar a su hijo, toda vez que uno de los niños había muerto nada más nacer y quien lo había perdido quería que­darse con el otro. Salomón propuso repartir al superviviente, troceándolo en dos mitades, y con esa estratagema pudo comprobar quién era la verdadera madre: aquella que prefería renunciar a su hijo antes de verlo morir. Voltaire quiere comparar la tolerancia con este sentimiento maternal, para contra­ponerlo a las tropelías que origina la intole­rancia.

Continuará...

jueves, 8 de enero de 2015

ANIMALES DE BELLOTA/ 5 - MASACRE EN LA REDACCIÓN DE 'CHARLIE HEBDO'.


    Pocas cosas tan peligrosas como la ignorancia, y pocas tan detestables y dignas del mayor desprecio como las instituciones políticas o religiosas que alimentan esa ignorancia para sus propios fines, que no son otros que mantener su status de privilegio y dominación.
    Francia, tierra de libertades, patria de las luces y la razón, que ha dado hijos como Diderot, Voltaire, Rousseau..., se ha visto sacudida estos días por la irracionalidad fanática (valga el pleonasmo) de los yihadistas islámicos -Alá los confunda- en la sede del semanario satírico Charlie Hebdo, al grito de "¡Alá es grande!".
    Llevamos siglos intentando despojarnos definitivamente de la ropa vieja de "nuestro" fundamentalismo, y ahora pretenden vendernos harapos. Ay!


Esta viñeta, a modo de buenos deseos para el año nuevo de la revista a sus lectores, subida a Twitter minutos antes de la masacre, es hoy el símbolo mundial de la libertad de expresión. Al Bagdadi, líder de IS, nos desea lo mejor para el 2015 justo antes de asesinarnos. Y nos perdona la vida, de momento, a todos los que no hemos muerto allí del todo. Que, sobre todo, haya salud para que no se nos olvide esto nunca.  GUILLERMO

Reacciones de otros dibujantes españoles:

Es más fácil destruir que construir. Cuando el miedo a la libertad se torna violencia, cuando el desconocimiento del otro genera un rechazo cargado de odio y afecta a sectores fanáticos religiosos, es la sociedad la que está enferma y la libertad la que está en juego. No la de expresión, la Libertad con mayúsculas, ésa que es lema de la República Francesa y sustancia los valores de Occidente. No podemos permitirlo. Charlie somos todos.  ULISES

Que nos vean a los dibujantes como amenaza explica lo cobarde de estos asesinos, y que usen su religión como coartada ilustra su corto desarrollo intelectual. Con hechos como éste volvemos a la Edad Media, donde la religión era excusa para el asesinato más cobarde. ¿Balas con pinceles? Cobardes... Hoy más que nunca, ¡a la lucha! ¡y con los pinceles! No sé si Alá será grande, pero lo cierto es que ellos son muy pequeños.  RAÚL ARIAS

Decía Mingote que 'humor es no tenerle miedo a pensar'. Hoy tenemos miedo al humor y a pensar. Los viñetistas de 'Charlie Hebdo' se reían de la sociedad que les tocó soportar, es decir, sobre todo de sí mismos. Sin contemplaciones y sin muros a su línea editorial. Personajes de trazo infantil que agitaban conciencias. El problema de los radicales es su falta de sentido del humor.  IDÍGORAS & PACHI

El corazón de las tinieblas late al ritmo de las letanías de los almuecines que convocan a la oración desde lo alto del cañón de un AK47 y los renglones torcidos de sus salmodias son inconciliables con las sonrisas dibujadas de la ironía. Nous sommes Charlie [Somos Charlie].  GALLEGO & REY



Actualización (9-01-2015):
Matar muriendo
    El yihadismo, que ha rebrotado en el salvaje atentado de Charlie Hebdo, aún se puede manejar o se puede ir de las manos, si no se analiza con lucidez. Según fuentes consultadas, la guerra se activaría con cacerías de musulmanes e incendios de mezquitas. Europa ha criado los chacales, una segunda generación de musulmanes que sienten complejo de culpa por la herejía de sus padres; así que van al frente y vuelven a inmolarse. Es muy difícil luchar contra alguien que entrega su vida como ofrenda a Dios. Demos gracias, suelen decir los responsables de la seguridad, de que entre los millones de musulmanes que hay en Europa los dispuestos al martirio son una ínfima minoría. También creen que dar pasos equivocados podría activar esa bomba atómica llamada matar muriendo.
    En España se siente en el subconsciente las cabalgadas de los moros, pero El Cid está bien enterrado en la nave mayor de la Catedral de Burgos, donde hay escrita una frase de Menéndez y Pidal: "A todos alcanza honra por el que en buena hora nació". Se cerró con siete llaves la tumba de Rodrigo Díaz de Vivar como pedía aquel pelmazo de Joaquín Costa y no hay que vestir de GEO. Sabemos mucho de guerra santa desde niños; en las fiestas del Cristo de Mariana, que es mi pueblo, se celebraba cada 15 de septiembre las luchas entre moros y cristianos, con caballos, turbantes y discursos; tampoco ellos han olvidado.
    Después de tantos siglos de contienda, el llamado Estado Islámico tiene al-Andalus entre sus objetivos de guerra. Los estrategas del terror quieren transformar la melancolía en fanatismo. El recuerdo mítico que siente millones de musulmanes por España lo resumió Cervantes: "Doquiera que estamos lloramos por España, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural". Claro que Cervantes no iba de multicultural o pactista. Perdió un brazo en Lepanto, estuvo cautivo en Argel y tenía mal concepto de los sarracenos; pensaba que eran embusteros, falsarios y quiméricos.
   "Recuperaremos España". En su propaganda incluyen alhambras, mezquitas y castillos y hablan como si la guerra entre ellos y nosotros no hubiera terminado. En realidad la lucha apenas ha tenido tregua. Estuvieron aquí 8 siglos y quieren reiniciar la cabalgada que empezó en el año 711, 80 años después de la muerte de Mahoma, fundador de una religión de una irresistible fuerza de expansión. Cuando Tarik cruzó el Estrecho dio orden de descuartizar a los prisioneros cristianos y mandó cocer sus partes en ollas. Proclamaron el califato y el príncipe de los creyentes residía en Córdoba.
    Cada cierto tiempo sectas islámicas más radicales sentían, como los islamistas europeos de hoy, la traición y la herejía de sus antepasados, entregados a la poesía y al fino. Venían a degollarlos. Fuimos testigos y sufridores de la eterna guerra civil entre sus sectas por el rigorismo y la ortodoxia del Islam. Hemos soportado el terrorismo y sabemos que de todas las tiranías, la religiosa ha sido siempre la más cruel.
RAÚL DEL POZO

Nueva actualización (10-01-2015):
Algunos siguen diciendo que somos los culpables
     Un drama como el de París es también un drama español, porque sabemos que estamos en la misma mirilla que nuestros compañeros. En un editorial de ABC se centraba bien lo que se nos plantea: "Europa debe prevenirse de incurrir en el extremismo opuesto al que representan los asesinos del Charlie Hebdo, pero esa prevención debe ser compatible con no olvidar que se trató de un atentado islamista y con el deber de las comunidades musulmanas de condenar, denunciar y marginar a los autores de estos crímenes. El terrorismo religioso, como el nacionalista -y bien lo sabemos en España-, tiene un caldo de cultivo social en el que se mezclan los que toleran, los que callan, los que comprenden".
    En las mismas páginas, Ignacio Camacho nos recordaba -lo que muchos necesitan- que vamos perdiendo: "Hay una guerra y la podemos perder porque nosotros dudamos y ellos no. (...) Y todavía en Europa domina la idea de que es un problema más grave la islamofobia que el islamismo. Y cuando la barbarie medieval enseña con feroz orgullo las cabezas recién cortadas nos preguntamos en qué nos estamos equivocando y qué hemos hecho mal. Pues es sencillo: nos hemos equivocado al no entender que vienen a por nosotros".
    Pero Luz Gómez, profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la Autónoma de Madrid, lo sigue teniendo -en El País, naturalmente- muy claro: la culpa es nuestra: "Europa tiene muchos problemas, pero el islam no es uno de ellos. Sí lo es la tentación de negar el sello de autenticidad europea a amplias capas de su población que hacen de esta religión una seña de identidad primera. (...) Como lo es pedirles a todos los musulmanes que se posicionen cuando se producen atentados. (...) A la clase política europea le sigue costando pronunciar el término islamofobia".
    Una errata -freudiana, pensarían algunos- de El País transformaba curiosamente su editorial: en vez de describir la reacción inicial francesa al atentado como de "sangre fría", decía "sangría fría". Preludio de la sangría caliente que, por el tono del citado texto, el diario parece temerse para fechas próximas.
   Frente a lo melifluo, el latigazo de realidad de Ángela Vallvey en La Razón: "La compañía de algunos nos convierte en besugos. Frecuentar el pensamiento de otros, como Wolinski y sus compañeros de Charlie Hebdo, es una gimnasia mental. Siempre dejaban en evidencia al 'con' (gilipuertas). Hay más 'connards' que pimientos morrones. La prueba es este crimen, cometido bajo el fuego airado de, al menos, un par de 'cons'. El infame rastro del integrismo islámico está hecho de sangre, de inmoralidad. Pero también de estupidez. Ignorar, decía la locución latina, es más que errar. Las fechorías de estos criminales son patéticas, no sólo lamentables y estremecedoras, porque son fruto de su sandez".
VÍCTOR DE LA SERNA

lunes, 29 de diciembre de 2014

MÁXIMO IN MEMORIAM





Máximo fue uno de los puntales fundamentales para el desarrollo del humor gráfico en España con un trabajo tan personal como evidentemente unívoco.
ANTONIO FRAGUAS, FORGES


El humor tuvo su apogeo a final del franquismo y en la Transición, porque decía, con garbo y mucha intención, lo que no se podía decir. Para mí, el humor gráfico contribuyó a demoler el franquismo. Abrió un camino a la libertad de expresión. 
PERIDIS

miércoles, 10 de diciembre de 2014

GUANTANAMERA

  
  Lo que ha estado ocurriendo en la base norteamericana de Guantánamo (Cuba) es tan atroz, y las explicaciones del gobierno de EE.UU. y de su oposición tan lamentables, que prefiero volver a escuchar esta bonita canción:

Guantanamera (Joseíto Fernández - Julián Orbón) (Basada en las primeras estrofas de los Versos sencillos de José Martí)
Lucrecia y Andy García

domingo, 9 de noviembre de 2014

ARBITRISTA

El diccionario lo define como: Persona que inventa planes o proyectos disparatados para aliviar la Hacienda pública o remediar males políticos. Como dice Mencker, los arbitristas creen que hay una solución fácil para todo problema humano: clara, plausible y equivocada. Aparecieron en momentos de grave crisis española. Ya Quevedo se burló de los "locos repúblicos y razonadores", y puede hacernos gracia el título de un libro de Jacinto de Alcázar publicado en 1646: Medios políticos para el remedio único y universal de España. Mientras no concreten su programa, Podemos tiene un perfil arbitrista. Pero enfrente tiene un bloque imposibilista, que considera con demasiada ligereza que los cambios son imposibles, y que hay que seguir haciendo lo que se ha hecho siempre. No han aprendido nada de la crisis y por lo tanto aguardarán a que venga otra. En los mentideros políticos sólo se descubre un postureo táctico. Puede ser que el miedo a Podemos aglutine votos en torno al PP. Puede ser que una imagen juvenil haga olvidar la vetustez del PSOE. Acaso IU pueda aprovechar una reactivación de la ilusión de una izquierda radical. Entre el arbitrismo y el imposibilismo el español anda perplejo.
JOSÉ ANTONIO MARINA
(El Mundo, 9/11/2014)