Chuck Berry - The Legend

domingo, 1 de febrero de 2015

¿POR QUÉ NO SOY CRISTIANO?/ y 4 - BERTRAND RUSSELL


    [...] El sentimiento del pecado que domina a muchos niños y adolescentes, y que con frecuencia se mantiene toda la vida, es una miseria y una fuente de deformación que no tienen utilidad alguna. Casi enteramente, está producido por la enseñanza moral convencional con respecto del sexo. El sentimiento de que el sexo es malo hace imposible el amor feliz, hace que los hombres desprecien a las mujeres con quienes tienen relaciones y que con frecuencia sientan impulsos de crueldad hacia ellas. Además, la desviación que se impone al impulso sexual inhibido, obligándole a tomar la forma de una amistad sentimental, o de un fervor religioso, produce una falta de sinceridad intelectual mala para la inteligencia y para el sentido de la realidad. La crueldad, la estupidez, la incapacidad de relaciones personales armoniosas y otros muchos defectos tienen su origen, en la mayoría de los casos, en las enseñanzas morales tenidas en la infancia. Hay que decirlo con la máxima sencillez y derechura: no hay nada malo en el sexo y la actitud convencional acerca de esta materia es morbosa. Creo que ningún otro mal de nuestra sociedad es una causa tan potente de dolor, ya que no sólo causa una larga serie de males, sino que inhibe ese afecto humano que podría conducir a que los hombres remediasen otros males económicos, políticos y raciales que torturan a la humanidad.
    No hay razón sana, de ninguna clase, para ocultar la verdad al hablar a los niños. Sus preguntas deben ser contestadas y su curiosidad satisfecha exactamente igual en lo relativo al sexo que a las costumbres de los peces, o cualquier otro tema que pudiera interesarlos. No debe haber sentimiento, porque los niños no sienten lo que los adultos, ni ven en ello ocasión para que se hable enfáticamente. Es un error el comenzar con los amores de las abejas y las flores; es inútil andar con rodeos en las realidades de la vida. Al niño que se le dice lo que quiere saber y se le permite ver desnudos a sus padres no tendrá lascivia, ni obsesión sexual. Los niños educados en una ignorancia oficial piensan y hablan mucho más acerca del sexo que los muchachos que siempre han oído tratar este asunto en el mismo nivel que cualquier otro. La ignorancia oficial y el conocimiento real les enseñan a ser hipócritas con los mayores.
    La libertad académica en este país está amenazada por dos lados; la plutocracia y las iglesias, que luchan entre sí por establecer una censura económica y teológica. Ambas se ponen de acuerdo para lanzar la acusación de comunista a cualquier persona cuyas opiniones les desagradan. Por ejemplo, yo he observado con interés que, aunque he criticado severamente al Gobierno soviético desde 1920, y aunque recientemente he expresado la opinión categórica de que es por lo menos un Gobierno tan malo como el de los nazis, mis críticos ignoran todo esto y citan triunfantemente la una o dos frases en las que, en momentos de esperanza, he sugerido la posibilidad de que finalmente viniera algo bueno de Rusia. [...]
  En la actualidad, el bien que puede hacerse imputando un origen teológico a la moral está inextricablemente unido con males tan graves que el bien parece insignificante en comparación. Al progresar la civilización, las sanciones terrenales se hacen más seguras y las sanciones divinas menos. La gente encuentra cada vez más razón para pensar que si roban los detendrán, y menos razón para pensar que, si no les pillan, Dios les castigará de todas maneras. Incluso la gente muy religiosa de hoy en día no espera ir al infierno por robar. Reflexionan que podrán arrepentirse a tiempo, y que de todos modos el Infierno no es tan caliente ni tan seguro como solía ser. La mayoría de la gente en los países civilizados no roba, y yo creo que el verdadero motivo es la probabilidad del castigo en la tierra. Esto lo demuestra el hecho de que, en un campamento minero, durante la fiebre del oro, o en cualquier comunidad desordenada, roba casi todo el mundo. [...]
    El comunista, como el cristiano, cree que su doctrina es esencial para la salvación, y esta creencia es la que hace la salvación posible para él. Las semejanzas entre el cristianismo y el comunismo son las que los han hecho incompatibles entre sí. Cuando dos hombres de ciencia están en desacuerdo, no invocan el brazo secular; esperan que la prueba ulterior decida quién tiene razón, ya que, como hombres de ciencia, saben que ninguno es infalible. Pero cuando dos teólogos difieren, como no hay criterio al que ninguno de ellos pueda apelar, sólo hay un mutuo odio, una apelación a la fuerza encubierta o abierta. El cristianismo, lo reconoceré, hace menos daño del que solía hacer; pero ello se debe a que se cree con menos fervor en él. Quizás, con el tiempo, el mismo cambio le sobrevendrá al comunismo; y, si así es, ese credo perderá mucho de lo que hoy le hace pernicioso. [...]
    Toda Iglesia desarrolla un instinto de autoconservación y reduce al mínimo las partes de la doctrina del fundador que no ayudan a tal fin. Pero, en todo caso, lo que los modernos apologistas llaman "verdadero" cristianismo es algo que depende de un proceso muy selectivo. Ignora gran parte de lo que aparece en los Evangelios: por ejemplo, la parábola de las ovejas y las cabras, y la doctrina de que los malos sufrirán tormento eterno en el fuego del Infierno.     Elige ciertas partes del Sermón de la Montaña, aunque en la práctica también las rechaza a veces. Deja que la doctrina de la no resistencia, por ejemplo, sea solamente practicada por los no cristianos, como Gandhi.
    Hay mucha gente que dice que sin creer en Dios un hombre no puede ser feliz ni virtuoso. En cuanto a la virtud, sólo puedo hablar por observación, no por experiencia personal. Y en cuanto a la felicidad, ni la experiencia ni la observación me han llevado a pensar que los creyentes son, en general, más o menos dichosos que los incrédulos. Se acostumbra a encontrar "nobles" razones para la desdicha porque es más fácil ser orgulloso si se puede atribuir la desdicha de uno a falta de fe que si hay que atribuirla al hígado. En cuanto a la moralidad, una gran parte depende del modo en que se entiende el término. Por mi parte, creo que las virtudes más importantes son la inteligencia y la bondad. La inteligencia está obstaculizada por todos los credos, cualesquiera que sean; y la bondad está inhibida por la creencia en el pecado y el castigo.
    Creo que la decadencia de la creencia dogmática sólo puede hacer bien. Reconozco inmediatamente que los nuevos sistemas de dogma, como los de los nazis y los comunistas, son peores aún que los antiguos, pero no habrían arraigado de tal modo en la mente humana si los hábitos dogmáticos ortodoxos no hubieran sido inculcados en la niñez. El lenguaje de Stalin recuerda el seminario teológico donde recibió su aprendizaje. Lo que el mundo necesita no es dogma, sino una actitud de investigación científica, combinada con la creencia de que la tortura de millones no es deseable, ya la inflija Stalin o una Deidad imaginada a semejanza del creyente.
BERTRAND RUSSELL

8 comentarios:

Sirgatopardo dijo...

El sentido del pecado infantil y adolescente inducido por las religiones, es una lacra de la humanidad

Juan Nadie dijo...

Una de las muchas lacras. Afortunadamente, estas cosas van cambiando. Hoy los chavales son más naturales y más espontáneos.

marian dijo...

Y toca además muchas de las otras lacras, analizándolas con naturalidad y agudeza y con tanta lucidez. Sin un lenguaje rebuscado, explica muchos de los males de la humanidad, clara y llanamente.

carlos perrotti dijo...

Bertrand Russell nos sigue iluminando para que nos animemos a darlo vuelta todo como un guante.

Juan Nadie dijo...

Un maestro, Russell. Y no escribió esto ayer.

Juan Nadie dijo...

Aún habrá otra entrada, bastante breve, de Russell, y luego lo dejaremos descansar.

carlos perrotti dijo...

No creo que esa lucidez tenga descanso ni se tome vacaciones.

Juan Nadie dijo...

Filósofo de cabecera. No lo podemos jubilar.