Chuck Berry - The Legend

sábado, 14 de febrero de 2015

UN PÁLIDO PUNTO AZUL



Si usted ya había nacido el 14 de Febrero de 1990, usted sale en esta fotografía, aunque no se reconozca.

La sonda espacial Voyager I salió de la Tierra en 1977 para explorar los planetas gigantes y las regiones más lejanas del Sistema Solar. Dos años después, nos enviaba magníficas imágenes de las lunas de Júpiter y, al año siguiente, del sistema de satélites de Saturno. Es que, aunque la sonda viaje a 61.000 Km/h, los planetas están muy lejanos entre sí, oiga. En estos momentos, Voyager está a unos 19.600 millones de kilómetros, y, aunque ha dejado de enviar imágenes, sigue enviando datos. Y continuará haciéndolo hasta que sus generadores termoeléctricos dejen de ser capaces de suministrar energía a los instrumentos, algo que ocurrirá aproximadamente en 2025.
En 1980, cuando la nave había escudriñado las "cercanías" de Saturno, al astrónomo y divulgador Carl Sagan se le ocurrió, y así se lo sugirió a la NASA, que sería bonito que la cámara de la sonda dirigiese su objetivo hacia la Tierra. Naturalmente, sabía que la posible fotografía no tendría ningún valor científico, pero estaba seguro de que serviría para dar una idea a las mentes sensibles del lugar que ocupa el ser humano en el Universo. La ocurrencia de Sagan tardó 10 años en realizarse. Después de muchas reticencias, fue finalmente el piloto y astronauta Richard Trury, administrador de la NASA por aquel entonces, quien intercedió para que se tomasen fotografías de los 6 planetas visibles desde la Voyager I (Venus, la Tierra, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno).
El 14 de febrero de 1990, las cámaras de la Voyager I se orientaron hacia la Tierra. En ese momento, la sonda se encontraba a unos 6.050 millones de kilómetros de nuestro planeta, más allá de Plutón. De la "foto de familia" que entonces se tomó, se ha recortado la imagen que podemos contemplar en este post.
Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez escuchaste, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra imaginada importancia, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido.
CARL SAGAN
Pale Blue Dot ('Cosmos') - Carl Sagan

6 comentarios:

carlos perrotti dijo...

"..cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador..." y cada poeta entre los cuales incluyo al gran científico y desasnador Carl Sagan.

Juan Nadie dijo...

Sin duda, Sagan era un poeta. Lo hemos más de una vez, los científicos tienen alma de poeta, porque intentan ver más allá y más lejos.

Sirgatopardo dijo...

Ya empezamos...con la ciencia poética, aunque reconozco la calidad e interés del texto de Sagan.

Juan Nadie dijo...

Menos mal. Sagan fue pionero en muchas cosas (estudio del efecto invernadero, entre otras), es muy interesante su biografía, y además de científico fue un magnífico divulgador.

marian dijo...

Esta visión (magnífica) no interesa contemplarla, es evidente. La "locura de la soberbia humana" (entre otras cosas) es inmensa, tanto como la frase de Einstein: solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera.

Juan Nadie dijo...

Una de las frases que más me gusta de Einstein, que no hacía frases por hacerlas, sino que salían de forma natural de su visión del mundo. Como le ocurría a Carl Sagan. Científicos ambos a quienes la Ciencia y su sensibilidad les mostraban una visión humanista de la existencia, algo inevitable.

En este texto, en la fotografía y en el vídeo queda muy clara la insignificancia del ser humano frente al Universo. Insignificancia que hace que los problemas "domésticos" resulten ridículos.
Y, sin embargo..., el ser humano es lo único de que dispone el Universo para explicarse a sí mismo. De modo que, después de tod, quizá sirvamos para algo.