Chuck Berry - The Legend

jueves, 5 de abril de 2012

SOCIEDADES INTELIGENTES Y SOCIEDADES ESTÚPIDAS/5

'¿Si sabrá más el discípulo?' - Grabado nº 37 de 'Los Caprichos' de Francisco de Goya
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El triunfo de la inteligencia personal es la felicidad. El triunfo de la inteligencia social es la justicia. Ambas están unidas por parentescos casi olvidados. Hans Kelsen, uno de los grandes juristas del pasado siglo, los describió con claridad: "La búsqueda de la justicia es la eterna búsqueda de la felicidad humana. Es una felicidad que el hombre no puede encontrar por sí mismo, y por ello la busca en la sociedad. La justicia es la felicidad social, garantizada por el orden social." La felicidad política es una condición imprescindible para la felicidad personal. Hemos de realizar nuestros proyectos más íntimos, como el de ser feliz, integrándolos en proyectos compartidos. Sólo los eremitas de todos los tiempos y confesiones han pretendido vivir su intimidad con total autosuficiencia. Han sido atletas de la desvinculación. De esto se desprende un corolario:
Son inteligentes las sociedades justas. Y estúpidas las injustas. Puesto que la inteligencia tiene como meta la felicidad -privada o pública-, todo fracaso de la inteligencia entraña desdicha. La desdicha privada es el dolor. La desdicha pública es el mal, es decir, la injusticia.

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Una condición de la justicia es elegir bien el marco al que adjudica mayor jerarquía. [...] La tensión entre individuo y sociedad es inevitable. El individuo, que acude a la ciudad para aumentar su libertad, vuelve a su casa cargado de deberes, lo que le produce cierta irritación. Creo que los grandes fracasos de la inteligencia social aparecen cuando no resuelve bien esta tensión.
El relativismo extremo arma una trampa social. Se ha extendido la idea de que es un síntoma de progresismo político, y que la equivalencia de todas las opiniones es el fundamento de la democracia, creencia absolutamente imbécil y contradictoria. Si todas las opiniones valen lo mismo, las creencias de los antidemócratas son tan válidas como las de los demócratas. De hecho, los neofascistas europeos se han apuntado al carro posmoderno. Escuche lo que dice Jean-Yves Gallou: "No existe una lógica universal que sea válida para todos los seres racionales. A todo sustrato étnico corresponde una lógica propia, una visión del mundo propia." El relativismo cultural, que tan liberador parecía, acaba en el nazismo.
Noam Chomsky, de cuya ejecutoria democrática y antiimperialista nadie dudará, ha denunciado vigorosamente el carácter reaccionario de esta aparente progresía: "Hoy día, los herederos de los intelectuales de izquierda buscan privar a los trabajadores de los instrumentos de emancipación, informándonos de que el proyecto de los enciclopedistas ha muerto, que debemos abandonar las ilusiones de la ciencia y de la racionalidad, un mensaje que llenará de gozo a los poderosos, encantados de monopolizar esos instrumentos para su propio uso."
Todavía son un atentado más grave contra la inteligencia social las creencias desmoralizadoras. Las que niegan la necesidad o la posibilidad de ponernos de acuerdo sobre la idea de justicia. Estamos apresados entre los cuernos de una paradoja alumbrada por la historia de la moral occidental. Hemos puesto como valor supremo la autonomía personal, lo que debilita el poder de las normas universales, una de las cuales es el valor de la autonomía personal. El arroyo ciega la fuente de la que procede. Sófocles lo mostró ya en Antígona. La protagonista hace caso a su conciencia y se enfrenta a las leyes de la ciudad. El coro la increpa llamándola autonomós, que suena a reproche y no a elogio. [...] La objeción de conciencia es una paradoja jurídica. Una ley autoriza a que en ciertos casos se incumpla la ley.
La inteligencia social ha descubierto, pues, el valor de la libertad de conciencia, con lo que convierte a la propia conciencia en máximo tribunal del comportamiento. Esto es verdadero y disparatado, según se mire. Lo único que este derecho protege es la personal búsqueda de la verdad. La protege, ciertamente, pero también la exige.
[...] La libertad de conciencia sólo adquiere su legitimidad total cuando esa conciencia se compromete a buscar la verdad, a escuchar argumentos ajenos, atender a razones, y rendirse valientemente a la evidencia, aunque vaya en su contra. Es decir, a saltar por encima de los muros de su privacidad. Sin esta contrapartida, el derecho a la libertad de conciencia puede convertirse en protector de la obstinación y el fanatismo, grandes derrotas de la inteligencia, como ya hemos visto. [...] Necesitamos recuperar el mensaje de Antonio Machado:
En mi soledad
he visto cosas muy claras,
que no son verdad.

Fragmentos de La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez, de José Antonio Marina.

9 comentarios:

Sirgatopardo dijo...

El relativismo extremo arma una trampa social. Se ha extendido la idea de que es un síntoma de progresismo político, y que la equivalencia de todas las opiniones es el fundamento de la democracia, creencia absolutamente imbécil y contradictoria.
Aunque sea políticamente incorrecto, y me tachen de antidemocrático, estoy plenamente de acuerdo.

Juan Nadie dijo...

Y te tacharán, te tacharán... Lo que no te van a tachar es de la lista negra.

marian dijo...

Pues yo destaco: "La libertad de conciencia sólo adquiere su legitimidad total cuando esa conciencia se compromete a buscar la verdad, a escuchar argumentos ajenos, atender a razones, y rendirse valientemente a la evidencia, aunque vaya en su contra".
Pero, si esa evidencia lleva a descubrir una trampa social, pues que me tachen de antidemócrata también.
¿Fascismos amparados por la democracia? No, gracias.

Juan Nadie dijo...

Ningún fascismo amparado por la democracia: ni de derechas, ni de izquierdas, que a ver cuando vamos olvidando esa terminología (en el fondo, fascista) del siglo XIX y/o principios del XX.

marian dijo...

En el fondo y en la forma, cuando además, esas "derechas e izquierdas" no existen ya, por más que unos y otros las utilicen para delimitarse claramente y quieran mantenerlas ficticiamente.
Yo también la utilizo, aunque no es lo acertado, quizá para simplificar,

Anónimo dijo...

"En mi soledad
he visto cosas muy claras,
que no son verdad".

A mí no sólo me pasa cuando estoy sola. A veces, también me pasa cuando pienso con otras personas.

¿A vosotros, no?

Buena noche.

Juan Nadie dijo...

Claro, le pasa a todo el mundo, creo...

Sirgatopardo dijo...

Lo de diestras y siniestras en la actualidad, se reduce a ¿Qué cuento para subirme al macho?

Juan Nadie dijo...

Eso, y poca cosa más.