CAPÍTULO V
De cómo la tolerancia puede ser admitida
[...]Alemania sería un desierto cubierto por los huesos de los católicos, de los evangelistas, de los reformados, de los anabaptistas, que se habrían degollado unos a otros, si la paz de Westfalia1 no hubiese procurado, por fin, la libertad de conciencia.
Tenemos judíos en Burdeos, en Metz, en Alsacia; tenemos luteranos, molinistas, jansenistas: ¿no podemos soportar y aceptar la presencia de calvinistas poco más o menos en las mismas condiciones en que los católicos son tolerados en Londres? Cuantas más sectas hay, menos peligrosa es cada una de ellas; la multiplicidad las debilita, todas son reprimidas por leyes justas que prohíben las asambleas tumultuosas, las injurias, las sediciones, y que siempre están en vigor por la fuerza coactiva. [...]
Hubo un tiempo en que se creyó obligatorio promulgar decretos contra los que enseñaban una doctrina contraria a las categorías de Aristóteles2, al horror al vacío, a las quintaesencias y al universal de la parte de la cosa. Tenemos en Europa más de cien volúmenes de jurisprudencia sobre la brujería, y sobre la manera de distinguir los falsos brujos de los verdaderos. La excomunión de los saltamontes y de los insectos nocivos para las cosechas ha sido empleada profusamente y todavía subsiste en algunos rituales. La costumbre ha caducado; se deja en paz a Aristóteles, a los brujos y a los saltamontes. Los ejemplos de esas graves locuras, en otros tiempos tan importantes, son incontables: se producen otras de vez en cuando; pero cuando han producido su efecto, cuando se está harto de ellas, mueren por sí mismas. Si a alguien se le ocurriese hoy día ser carpocrático, o eutiquiano, o monotelita, o monofisita, o nestoriano, o maniqueo, etc., ¿qué sucedería? Se reirían de él, como de un hombre vestido a la antigua, con gola y jubón.
La nación empezaba a entreabrir los ojos cuando los jesuitas Le Tellier y Doucin fabricaron la bula Unigenitus que enviaron a Roma: creyeron estar todavía en aquellos tiempos de ignorancia en que los pueblos aceptaban sin examen las aserciones más absurdas. Se atrevieron a proscribir esta proposición que es de una verdad universal en todos los casos y en todos los tiempos: "El temor a una excomunión injusta no debe impedir el cumplimiento del deber." Era proscribir la razón, las libertades de la Iglesia galicana y el fundamento de la moral; era decir a los hombres: "Dios os ordena que no hagáis nunca vuestro deber, si ello os hace temer la injusticia." Jamás se ha atacado al sentido común más descaradamente. Los consultores de Roma no se dieron cuenta de ello. Se persuadió a la corte de Roma de que aquella bula era necesaria y que la nación la deseaba; fue firmada, sellada y enviada: conocemos las consecuencias; seguramente, si se hubieran previsto, se habría suavizado la bula. Las disputas han sido vivas; la prudencia y la bondad del rey las han apaciguado finalmente. [...]
Por lo tanto, estos tiempos de desgana, de saciedad, o más bien de razón, son los que podemos aprovechar como época y garantía de tranquilidad pública. La controversia es una enfermedad epidémica que se halla en sus finales, y esa peste, de la que estamos curados, no pide más que un régimen suave. Finalmente, el interés del Estado consiste en que los hijos expatriados vuelvan con modestia a la casa de su padre: el humanitarismo lo pide, la razón lo aconseja y la política no lo puede temer.
VOLTAIRE
1 La "paz de Westfalia", sellada en la localidad westfaliana de Münster, puso fin en 1648 a la guerra de los Treinta Años.
2 Aristóteles (382-324 a.C.), filósofo griego a quien se apoda El Estagirita por haber nacido en la ciudad macedónica de Estagira. Tras estudiar en la Academia de Platón durante veinte años, llegó a ser el preceptor de Alejandro Magno. Cuando regresó a Atenas fundó el Liceo, donde las lecciones eran impartidas paseando con los discípulos bajo un recinto cubierto (peripatos), razón por la cual recibieron el nombre de peripatéticos. Entre sus escritos más conocidos cabría citar la Ética a Nicomaco, la Política o la Metafisica. Las Categorías constituyen el primer tratado de su Organon o conjunto de estudios sobre lógica. La escolástica medieval creó un culto cuasirreligioso hacia su ingente obra y durante mucho tiempo contradecir sus doctrinas implicaba un anatema, tal como recuerda Voltaire aquí.
Continuará...
9 comentarios:
Finalmente, el interés del Estado consiste en que los hijos expatriados vuelvan con modestia a la casa de su padre: el humanitarismo lo pide, la razón lo aconseja y la política no lo puede temer.
Más claro el agua...
Atento al próximo capítulo.
"La política no lo puede temer..." Lo que la política teme. Ahí está el problema. Un genio, Voltaire.
En esa sola frase está la verdad de la milanesa, como decimos aquí, o la madre del borrego como creo dicen allá, la verdad misma.
"La madre del cordero" se dice por aquí, que para el caso es lo misnmo.
Seguiremos poniendo extractos del "Tratado sobre la tolerancia", que, aunque lastrado en cierto sentido por algunas creencias de su época, se adelantó siglos a ella, y se puede leer hoy (incluso con sorpresa) lo mismo que se podrá leer (estoy seguro) dentro de quinientos años.
"... creyeron estar todavía en aquellos tiempos de ignorancia en que los pueblos aceptaban sin examen las aserciones más absurdas..." (y más puntos suspensivos)
Pero, ¿cómo excomulgarían a un saltamontes? Hay que tener valor.
Desgraciadamente, en muchos casos, seguimos en la misma tesitura. Seguimos necesitando a Voltaire.
Y a los saltamontes:)
A los "pequeños saltamontes".
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