Chuck Berry - The Legend

domingo, 10 de febrero de 2019

CÓMO CONVERTIRSE EN FASCISTA DE LA NOCHE A LA MAÑANA Y SIN COMERLO NI BEBERLO...


...en este país de desgobierno pedrosanchista, o de gobierno "okupa" y surrealista, lo pueden llamar como quieran.

David Gistau nos lo explica perfectamente:


Cursillo urgente para obtener el carné de fascista

Usted puede ser un asesino. Sí, sí, usted de quien nada sospecha el camarero de la cafetería que acaba de proporcionarle aceite para agregar a la barrita. Por cierto, no me deje un cerco con la taza en la página, no cuando aún queda día de lectura. De todos modos, mañana envolveré el pescado, ya conoce el cliché. En realidad, no es exactamente un asesino lo que usted puede ser. Lo he interpelado así, como en la obra de Alfonso Paso, como en la adaptación del gigante Alberto Closas, para obtener su atención y advertirle: lo que usted puede ser es un fascista. Sin saberlo, sin haberlo sabido nunca. 

Además, puede usted estar rodeado en este preciso instante de fascistas que tampoco saben que lo son. No se asuste. Mantenga la calma. Levante discretamente la mirada del periódico o de la pantalla y observe a su alrededor. Esto es como en La invasión de los ultracuerpos, no puede discernir cuál de las personas aparentemente normales que desayunan cerca de usted ya ha sido poseída y está gobernada por un demonio fascista de los que obligan a los editorialistas orgánicos y a los profetas curativos de Podemos a salir a la calle con un maletín de exorcista, como el del padre Karras. 

Tal vez esté usted desayunando en una cafetería madrileña cercana a la plaza de Colón. En ese caso, es mi obligación decirle que las posibilidades de que se haya metido en una infestación facha se multiplican alarmantemente. Hay un modo de averiguar quién ha sido ya sometido a contagio. Los editorialistas orgánicos han trazado alrededor de la plaza de Colón un perímetro, como el que demarca Madrid Central, dentro del cual, a partir de mediodía, sólo habrá fascistas. Súcubos de condiciones anatómicas distintas porque existe una maquinita que demuestra que ocupan más espacio dentro de un metro cuadrado que los edénicos seres de la infalibilidad moral.

Sométase usted a prueba, camine hacia esa línea. Ignore los avisos apocalípticos de los predicadores que le exigirán arrepentimiento bajo pena de condenación eterna. No se extrañe si algún fotógrafo le apunta con la cámara cuando se lleve una mano al bolsillo: le han encargado que encuentre una bandera culpable con la que armar una portada y usted podría haber estado a punto de desenfundarla. Una vez llegado a la línea, examínese. Si un impulso interior le conmina a cruzarla, usted es un fascista, usted es un error, y lo único que pueden hacer ya los doctores progresistas es clavarle una estaca e impedirle votar para que no se haga daño a usted mismo.

Poco importa que haya usted cruzado esa línea para constituirse en sociedad civil. Para participar en un tiempo escandalosamente abrasivo. Para erigirse en dique de contención contra los desmanes de los logreros, contra la rendición de las leyes y los principios, contra el secretismo y la mentira de los conspiradores y de un presidente precario y mendicante. Para evitar que el destino de España sea discutido y decidido en un ámbito extraparlamentario precisamente por aquéllos cuyo único anhelo es destruir España, tanto la nación en sí como su régimen. Poco importa que sea usted un votante habitual de la socialdemocracia que cree en el relato fundacional del 78 y que se ha sentido reclamado por la vieja guardia del PSOE, que ve cautivo al partido y amenazada la labor de construcción de una democracia europea en la que con tanto estímulo participó. Poco importa que a Colón lo haya arrastrado a usted una epifanía de vocación ciudadana que exige defender la conquista de tal condición.

Poco importa todo eso. Si cruza esa línea, usted es fascista, así será motejado, por ello será apalizado por las patotas retóricas de Sánchez y del independentismo. Pague usted el precio de ser fascista durante toda la semana próxima. Y hágalo con orgullo.
David Gistau 
El Mundo, 10-02-2019